Mi impresión es que la policía autonómica catalana no ha fallado en la última peripecia de Puigdemont, sencillamente la policía catalana funciona así y funcionará así cuanto en esa Administración esté gestionado por soberanistas. Los independentistas catalanes no son taimados ni malignos, simplemente tienen unos ... intereses, que son su absoluta prioridad, contrarios a los del Estado y, casi diría, que no pueden evitar obrar en consecuencia. Y ello por dos razones, básicamente: la primera es que, aunque socialmente parecen estar en retroceso, hasta el punto de que ese referéndum que tanto reclaman lo perderían, su obsesiva voluntad de independencia está incólume, si no crecida. Y debido, precisamente, a la segunda razón: al independentismo catalán se le han dado alas desde el gobierno socialista, se le ha lisonjeado, halagado y hasta pedido perdón – pactos, indultos, amnistías, fiscalidad, en continua catarata de concesiones– así que cómo no le va a parecer al soberanismo catalán lo más natural del mundo que en toda discrepancia de intereses entre sus aspiraciones o sus designios y los del Estado han de primar los primeros al margen de toda legalidad, ya que el propio gobierno español ha relativizado y devaluado la legalidad mediante los indultos y las amnistías.
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En suma, el gobierno ha robustecido el armazón moral del soberanismo catalán hasta el punto de que no cabe esperar de ninguna institución catalana gestionada por aquél la más mínima lealtad institucional para con el Estado. Pero es que, en el presente caso de la triunfante incursión de Puigdemont, la mayor deslealtad institucional es la del propio gobierno del Estado soslayando su responsabilidad e inhibiéndose al delegar en ERC el marrón de detener al prófugo y tener que perder los siete votos de Junts que contribuyen a su sostén. Y, entonces, cómo exigir lealtad institucional al gobierno catalán y a su policía en una coyuntura en la que el propio gobierno del Estado no la ejerce.
Hasta parece más natural la deslealtad del soberanismo que la inhibición del gobierno en defensa de siete votos: el gran mago corre de uno a otro plato giratorio del poder para seguir manteniéndolos a todos en equilibrio precario y confiando en que la memoria colectiva de esta sociedad perezosa se vaya diluyendo ante un mañana electoral que se le aparece muy lejano. Eso sí, de momento el Psoe parece caminar hacia su autodestrucción en toda España salvo en los territorios concertados o que aspiran, como Cataluña, a serlo.
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