La corbata, a un lado
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Anuncia Pedro Sánchez un otoño duro, que no necesitaba explicar cuando antes de su última rueda de prensa la inflación se le había anticipado con una subida escalofriante. El presidente asegura que no está dispuesto ni a ponerse «de perfil ni a esperar sentado a ... que los problemas se resuelvan solos». Tampoco le queda otra. A ningún Gobierno le gusta pregonar malos augurios. Pero lo único peor que la crudeza es acabar dando la impresión de que un líder habita en un mundo paralelo de autocomplacencia. Ejemplos tiene Sánchez en alguno de sus predecesores para no caer en ese error. En cualquier caso, no hay discurso que supere a la realidad por más que algunos políticos tiendan a sobrevalorarse. Lo innegable es que en las cuentas bancarias de las familias españolas las restas de las facturas cada vez suman más. Esa es la razón por la que el Ejecutivo ha tenido que plantearse cambiar de estrategia y tratar de anticiparse a las dificultades. En pleno verano, después de dos años de pandemia y con una guerra en Europa, el papel de agorero resulta tan poco apetecible como recomendable, lo que da una idea del horizonte que se atisba. Las últimas medidas de Moncloa, con un despliegue de paracaídas sociales en el que incluso se detecta cierta precipitación, pregonan nubarrones. A nadie se le escapa que España se prepara para sostener una economía en guerra, al menos mientras la invasión de Ucrania amenace con apretar el cinturón de una Europa que no combate en las trincheras, pero sí en el frente económico.
Cada día y por más que el nivel de angustia social pida más playa que presupuestos, el Gobierno da un paso para prepararse ante lo que pueda venir. Las estrategias políticas dictan que muchas veces un gesto sencillo y comprensible resulta más eficaz que los argumentos complejos. Tal vez por eso el presidente se presentó en su última comparecencia sin corbata y pidió que los españoles sigan su ejemplo. No es la primera vez que un político español realiza esa recomendación como medida de ahorro energético. Tampoco se espera que nadie vaya a manifestarse ante la consigna de soltarse un botón de la camisa para bajar un poco el aire acondicionado. Aunque sí consiguió el presidente que se hablara del asunto. Tardó poco el principal partido de la oposición en recordarle que después de quitarse la corbata se subió a un helicóptero del Ejército del Aire para un trayecto de 25 kilómetros. Y a esa profundidad anda el debate sobre lo que se nos viene encima. Tal vez más que quitarse la corbata, convendría que nuestros políticos la dejasen a un lado.
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