Pasó el día de Begoña y Gijón parece seguir en pie. Vale, es cierto: nos conformamos con muy poquito después de año y medio de pandemia. Ya estamos en fase de exaltación de la amistad con unos espontáneos mini-fuegos y con disfrutar del resto ... de eventos a medio gas. Esto es: teníamos la mitad de aforo permitido en los toros, veinte mil asientos vacíos en El Molinón y la Feria de Muestras se ha celebrado con el freno de mano echado, nada que ver con aquellas ediciones de pasarse tres horas de cola en pos de una miserable gorra o pegarse por el turno en los bocatas de calamares, que es una cosa de esas que dices que has visto pero nunca confiesas haber estado allí. Sumémosle que este año la estación que ha seguido a la primavera ha sido la de trenes (quien haya secuestrado al sol, que lo vaya devolviendo: esta broma ya no tiene gracia) y nos daremos cuenta de que no ha sido para tanto y usaremos la misma cautela que hemos empleado este año para no llegar a conclusiones erróneas pensando que Gijón está preparada para un verano a la antigua usanza.

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Eso se tendrá que ver llegado el momento, con las citas estivales en su formato habitual y con un número de asistentes en unos niveles de cuando nuestra vida era normal. Ha sido una Semana Grande (o Pequeña) rara y punto. Fiarnos de que la ciudad no ha explotado en estos días será el primer paso para que en el futuro el colapso sea digno de cualquier verano de esos años ochenta tan idealizados aunque nos pasábamos días enteros clavados en una retención. Y sin aire acondicionado.

Sorprende de forma mayúscula en todo caso, que toda esta acumulación de acontecimientos, grande para los tiempos que corren, se haya dado teniendo al municipio en nivel máximo de alerta. Doctores tiene la Iglesia, se decía, y alguien nos explicará algún día para qué valen los indicativos y las restricciones y por qué se determina la prohibición de reunirse con siete vecinos a hablar del ascensor, mientras la ciudad bulle. De todos modos, todo va a ser negatividad y escepticismo. Si dentro de unas semanas los datos de contagios no nos pinchan el globo, será una buena señal para ir recuperando poco a poco la normalidad. Ya habrá tiempo para ir colocando cada pieza en su sitio en el verano de Gijón. Lo que se pueda, claro, que hay algunas piezas del puzle que ya han volado y puede que las de recambio nos den un disgusto. Hasta que llegue ese momento, no tengamos muy en cuenta este agosto tan atípico.

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