En plena desescalada, finalizadas las vacaciones y pasado el ecuador de la legislatura, la política asturiana despierta de su letargo pandémico, no se sabe aún si dispuesta a renovarse o, lo que parece más probable, retornar a sus hábitos. Se repasan las facturas pendientes. Hay ... quien pone sus aspiraciones al día y también quien las ha perdido. No se lanzan avisos, pero a ninguno se le escapa que ha llegado al momento de decidir los liderazgos. Un camino plácido para unos pocos y tortuoso para la mayoría. Es el momento de las estrellas emergentes, algunas fugaces, las purgas soterradas y los políticos desahuciados, que continúan en sus cargos aunque a nadie se le escapa, quizás solo a ellos mismos, que su orden de desalojo está firmada desde hace meses. Hay partidos enteros dispuestos a refundarse y otros en los que más de uno mide la distancia del salto a otro barco para seguir su viaje en la política.

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En ese contexto, el presidente regional ha pisado el acelerador de la reforma estatutaria. Barbón tiene muchas preocupaciones, pero no la de su liderazgo en el PSOE asturiano. Con abrir el debate, da por cumplida su promesa de promover lo que su partido ha denominado la «oficialidad amable», no demasiado definida. Y obliga a todos a retratarse. Quienes la han reclamado durante años deberán situar el listón de sus exigencias. El rechazo también requerirá explicaciones. Y quienes parecen en tránsito de un lado a otro no tendrán más remedio que poner fin a sus ambigüedades.

En principio, en las cuentas de los partidos salen los 27 apoyos necesarios para una reforma estatutaria de este calado, aunque está por ver el coste de cada voto. Algunos serán gratis, otros no tendrán precio. La negociación comienza en unas circunstancias complejas, con una parte de la nueva política envejecida de forma prematura y otra dispuesta a jugarse su futuro a una carta. Al recoger su Medalla de Asturias, los padres del Estatuto de Autonomía subrayaron que su acierto fue tanto tejer consensos como pactar sus desencuentros. Su época tampoco fue sencilla. Pero su propuesta no solo salió adelante, ha sobrevivido hasta ahora con mínimos retoques y la capacidad de ser aceptada por la mayoría. Fue construida con palabras y acuerdos. Veremos si esta vez la política encuentra espacio para ello en un tiempo de cuchillos.

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