Vivimos tiempos inciertos y convulsos, condicionados por un síndrome que no sabemos cómo empezó ni como finalizará, celebrando el décimo aniversario de un 15M que no dio soluciones a nuestra indignación, ni mejoró precisamente la política, ni ha evitado que sigamos pensando que los políticos ... que tenemos no nos representan.
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Tras los resultados de las elecciones a la Comunidad de Madrid, los dos partidos políticos que configuran la coalición de gobierno estatal parecen molestos con la conciencia política de los electores, en especial la de los trabajadores. Ignoran que, a la hora de votar, el elector actual lo hace más probablemente desde la consciencia política y no desde el discurso que pretende exigir conciencia política de clase.
No es nueva esta reacción. Ya se había producido en Andalucía, Murcia, Galicia y Castilla-León en menor medida, ahora Madrid. La singularidad de Euskadi y Cataluña hace que sus resultados electorales no sean tan extrapolables. Lejos de reflexionar por qué no nos han votado en la medida que esperábamos, recurren a culpar a los adversarios políticos y a los electores.
Quienes padecimos el Felipismo que, a inicios de los 90 fue sentando algunas bases para la llegada de estos lodos, sabemos que nunca antes como ahora se le habían dado tantos argumentos y razones a la derecha para que en las elecciones autonómicas se estén dando estos resultados.
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Hay detalles que a día de hoy aún me tienen perplejo. Con el inicio del confinamiento, marzo 2020, aparece un «comité de mediodía» formado por cuatro militares que, ya de entrada nos dijeron que estábamos en una guerra y nos enfrentábamos a un enemigo invisible. ¿Qué psicología de grupo es esta?. Una guerra contra el enemigo más paralizante que existe, el miedo, es una guerra poco menos que perdida de antemano. ¿No hubiese sido mejor contar con científicos expertos?. ¿No hubiese sido más apropiado transmitir que somos perfectamente capaces de entender la necesidad de un comportamiento cómplice y solidario , para entre todos, hacer frente a la crisis sanitaria de la mejor manera, a la vez que aprendíamos todos también?. Recurrieron a crear no poca confusión, al miedo, que ha generado no poca psicosis, y ésta comienza a dejar los primeros signos de diversos efectos secundarios que afectan sobremanera a la salud mental. Probablemente los profesionales de esta área de la salud comenzarán a tener más trabajo del que esperaban y tendrán que ir especializándose para él. ¿Pretendían gobernarnos con el miedo desde la autodenominada coalición de izquierdas?
Con posterioridad hemos sido testigos de permanentes y contradictorios cambios, intentos de ocultación y medias verdades. En mayo 2020 el presidente del Gobierno nos dice que «salimos más fuertes», para acusar a la población de irresponsable al final del verano. Octubre 2020 se declara un nuevo estado de alarma y se traslada la gestión del mismo a las autonomías. En definitiva 17 estados de alarma diferentes. Mayo 2021 fin del Estado de Alarma. Ante el vacío legal no previsto, los poderes legislativo y ejecutivo son entregados, para esta gestión, al poder judicial.
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Estos comportamientos y tratos para con la ciudadanía, aderezados con casi cuatro millones de parados y una cesta de la compra cuyos precios se han disparado como nunca, aunque se pretenda silenciar, comienzan a hacer mella en la consciencia política de la ciudadanía, y bien pudiera estar generando, en ésta, la negativa a exigencia de conciencia política alguna. Nuestros gobernantes deberían tenerlo muy presente y reflexionar sobre ello.
Una «nueva doctrina» parece recorrer Occidente, «la conciencia verde». Es necesaria una consciencia medioambiental y políticas sostenibles. Pero las transiciones han de tener en cuenta la adaptación racional y con el tiempo necesario para que el tejido social e industrial no se resienta de manera traumática. Hasta los gurús impulsores de esta «doctrina», y mayores beneficiarios de la misma, no se esconden para explicar que «será un cambio drástico, incluso sin estar preparados para ello, aunque, a pesar de las consecuencias es necesario y urgente». ¿Alguien duda que será «la clase trabajadora» quien lo sufra y pague? ¿Cómo puede afectar a los movimientos migratorios y la superpoblación zonal? No se les puede escapar algo así. Da que pensar en no pocos sentidos. Empieza a haber signos evidentes de que estamos en una nueva revolución industrial, capitalismos enfrentados en pos de la supremacía, control de los nuevos medios de producir dinero y distribución de la riqueza. Mientras se silencian los mayores atentados ecológicos, ya sea por razones de estado y/o geoestratégicas.
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Los países con mayor emisión de gases, entre los que se encuentran algunos europeos, se emplazan para comenzar en 2050 con las medidas más serias, su mercado laboral y economía podría verse seriamente afectada; aquí todo nuestro gobierno luce en la solapa el pin de la agenda 2030, tal parecen apurarse por ser el alumno aventajado de este «nuevo dogma» que parecen olvidar ha de ser también sostenible para el ser humano, el cual vive de su trabajo en un sistema social e industrial muy complicado de cambiar en las próximas décadas. Recientemente se ha aprobado en el parlamento la ley de cambio climático. Con el fin de impulsar el proceso, nos hablan de inversiones por encima de 200.000 M de euros, 90.000 saldrán vía impuestos y el resto de los fondos europeos. Para crear empleo y proteger el planeta aseguran. Sobre el papel excelente, pero no estamos preparados, ni de lejos. Se prevé que los fondos irán a parar, mayoritariamente, a las grandes corporaciones de siempre que llevan tiempo maquillando una adaptación de manera aparente, puesto que están comprando, incluso, otras líneas de negocio que les permita acceder a dichos fondos. Estamos ante una carrera improvisada. No es difícil atisbar qué lodos resultarán de estos polvos. Respecto a la creación de empleo inmediato y a medio plazo, por ello, todo indica que serán las nuevas «redes clientelares» que, como antaño, disponen de información privilegiada y ya toman posiciones para acceder a suculentos fondos y ser quienes más se beneficien.
Y todo esto en una sociedad paralizada por un síndrome sin precedentes. En la que, además, se deja a la sociedad civil desarmada de opinión pública y sin debate social. Flaco favor han hecho algunos al pretender adueñarse de los fundamentos del 15M, asociándolo a partidos donde la participación, los debates y la forma de hacer política se hacen a través de las redes sociales. Eso no es dar la palabra a la opinión pública, ni crea participación y movimiento social en relación, eso no crea ni consciencia, ni conciencia, aunque esta última si se puede intentar exigir e imponer así. Craso error. La apariencia es una pose para faltar a la verdad y que puede hacer mucho daño, como es el caso. La consecuencia ha sido la consiguiente desactivación y perversión del mayor movimiento social de nuestro país, junto con el de la transición. Lo estamos pagando todos y así será durante años. Quien quiera promover algo similar será visto con absoluto recelo y escepticismo. Para este viaje no hacían falta tales alforjas.
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Al final se han evidenciado no pocos fines partidistas, incluso personales, por mucho que se haya querido disfrazar. Cuando los hechos no se corresponden con los discursos se ha de tener la honestidad y humildad necesaria para rectificar contradicciones y no cabalgarlas. Quien promete no es de fiar y quien promete los cielos menos aún.
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