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De conchas y créditos galácticos

De repente te encuentras con que nunca llevas dinero en el bolsillo. De hecho, coger un billete ya te parece algo poco higiénico. Mucho mejor hacer un pase mágico con la tarjeta de crédito o el móvil

Domingo, 16 de enero 2022, 21:56

Una de las consecuencias de la peste fue que el dinero, los billetes, las monedas, lo que viene a llamarse 'metálico', 'efectivo' o 'cash', comenzó a desaparecer en los pagos. Fue un fenómeno orgánico, progresivo, apenas te dabas cuenta, pero, de repente, te encuentras con ... que nunca llevas dinero en el bolsillo. De hecho, coger un billete ya te parece algo poco higiénico, mucho mejor hacer un pase mágico con la tarjeta de crédito o con el móvil. Quizás lleves un billete de veinte euros, por si las moscas, pero ese sonido de las monedas en el bolsillo, el tacto rugoso del papel, va siendo cada vez más extraño.

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Los bancos han comenzado a experimentar con sus propias monedas digitales, y al contrario que el Bitcoin, que es privada, volátil y opaca, serán respaldadas por los estados y sus características serán las tradicionales. Durante un intervalo convivirán con el 'cash', pero es una cuestión de tiempo que el efectivo desaparezca de nuestras vidas. Quedará, como siempre, ese tarro de cristal lleno de antiguas monedas de euro, los extraños billetes con bonitas tonalidades que nos parecerán ya reliquias como los reales de a ocho o los maravedíes. China, Japón, Suecia, Dinamarca, la misma Unión Europea están en ello, creando sus propias versiones. Parece que los primeros que se han lanzado a la piscina son las Bahamas, que ha oficializado la primera divisa digital (curiosamente, la Reserva Federal de Estados Unidos se está quedando atrás en esta carrera).

Los beneficios de lo digital son evidentes. El metálico se puede quemar, se puede perder, te lo pueden robar; el espacio que requiere para su almacenamiento es ingente, los costes de impresión, transporte, seguridad. En ese sentido, el dinero digital es más seguro, y aunque puede estar al albur de 'hackeos', las nuevas tecnologías se encargarán de colocar un dragón para custodiar el nuevo tesoro. Asimismo, facilita que los 'desheredados' del mundo tengan acceso a formas de pago que, de otra manera, no serían posibles (perogrullo: para tener una tarjeta de crédito o débito primero has de disponer de una cuenta con algo de pasta). Por muy desahuciado que estés, casi todo el mundo dispone de un teléfono con el que podría acceder a sistemas de pago digital y servicios básicos. Las ayudas del Estado llegarían con más rapidez y limpieza, no se tendría que esperar colas o sufrir retrasos en los ingresos, se reduciría el fraude, se fortalecería la red de seguridad. También me cuentan que las divisas digitales pueden ser herramientas políticas muy prácticas para estimular el consumo y la inversión, pero no me voy a meter en ese jardín porque no soy economista. Desde luego, si puedes controlar lo que entra y sale en una pantalla, las actividades ilegales, el dinero de la droga y su lavado, la financiación del terrorismo, todo se pondría bajo una lupa, con el siguiente aumento de la recaudación de impuestos. Parece que este es el ideal. Parece que este es el futuro. Y no hay vuelta de hoja. Están por ver las consecuencias que producirá en la economía, las finanzas y en la sociedad misma.

Ahora veamos el reverso oscuro. La corrupción, con sus maletas y mordidas, seguro que encontrará alguna forma digital de continuar con sus 'untos'. Los bancos centrales, si reciben masivamente el dinero de los ciudadanos, que podrían considerarlos más seguros que los entes privados, estarían en una posición de fuerza para decidir qué empresas o sectores recibirían préstamos. Otro de los peligros más indiscutibles lo pueden ustedes comprobar si echan un vistazo a los movimientos de su cuenta. En su banco sabrán al detalle su vida, sus hábitos de consumo, sus caprichos, sus gastos, sus viajes, lo que puede trazar un retrato psicológico muy preciso, conllevando una preocupante pérdida de privacidad. Esto nos recuerda que adoptar una divisa digital no se trata solo de una decisión económica, sino social, algo que puede amenazar directamente a las democracias. Además, la seguridad de lo digital, por mucho que nos cuenten, siempre podrá ser reventada por algún virtuoso. No existe la seguridad total, por mucho 'blockchain' que nos vendan. Y qué hay de la gente mayor, otro obstáculo en la implantación, ya que sería mucho pedir que un señor de 80 años se pusiera ahora a utilizar una cartera digital.

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Seguro que hay muchos más flecos que tratar: modificaciones de códigos de comercio y civiles, las leyes ad hoc, el coste energético, los ataques cibernéticos, los ciudadanos que, inevitablemente, se quedarán al margen del sistema, etc. España, en concreto, tiene sus singularidades, como ser uno de los países que más inclusión financiera tiene, pero al tiempo usa un montón el 'cash', por mentalidad cultural, por desconfianza de las crisis bancarias, por permisibilidad con la economía sumergida. A mí, en particular, siempre me produce un ligero estremecimiento cuando veo las hileras de números que enmarcan mi vida, mi psicología, mis querencias. Un patrón muy claro que sería de extrema utilidad para un ingeniero social, solo hay que ver a los hongkoneses, donde el 99% dispone de tarjetas de pago electrónico, pero prefiere utilizar el efectivo a sabiendas de los controles digitales del Gobierno chino. Lo que se denomina 'capitalismo de vigilancia'.

¿Hay una respuesta clara para todo esto? Francamente, yo no la tengo. Ni idea de cómo va a terminar esta historia. Quizás podamos encontrar sistemas medianamente fiables para proteger nuestra privacidad o no. Quizás podamos establecer medidas de seguridad relativamente inexpugnables o no. Los únicos hechos son que el euro digital acabará llegando. Que los imperios ya están utilizando estas herramientas de control para librar sus guerras secretas. Que los ciudadanos, como siempre, tendremos que movernos entre leviatanes y procurar no ser aplastados por ellos. Desde las primeras conchas o la sal que intercambiábamos hasta el 'Crédito Galáctico Estándar' que utilizan en la Guerra de las Galaxias, lo evidente es que se ha tratado de un largo, arduo y complejo camino. Ver veremos.

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