![Las comisiones y el pichón](https://s3.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/202101/17/media/cortadas/comisiones-kpT-U130247078379C2E-1248x1700@El%20Comercio.jpg)
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No, si ya conozco los argumentos que van a aducir los bancos para pegarme un perdigonazo. Que si los tipos negativos de los depósitos, que si la rentabilidad a la baja de la actividad tradicional, que si queremos que te vincules más con nosotros (¡pero ... si llevaba treinta años!), que si tenemos que avanzar en la digitalización (¿los señores de 80 años también?), que si el negocio solo puede avanzar a través de las comisiones por cuentas, tarjetas, productos financieros, etc. Pero, por favor, entiendan el punto de vista del pichón. A ver cómo lo hago para no parecer demagógico ni populista.
El pichón sabe que no puede vivir sin tener una cuenta corriente, no en un mundo civilizado. También es consciente de que todo se reduce a la pasta, a ser una vaca lechera que produzca la mayor rentabilidad posible para las entidades. No pasa nada, los pichones somos realistas. Pero también tenemos nuestro corazoncito, y, desde luego, no nos gusta vivir con el miedo de que nos peguen un trabucazo cada vez que elevamos el vuelo. De momento, el pichón pediría que, si nos van a exprimir, no salgan los mandamases en programas de televisión en plan buen rollo, contando intimidades para que veamos que son 'personas humanas' (a los falsos profetas se les reconoce por la excesiva virtud), cuando el plan sigue siendo desplumarnos. Que dejen de promocionar cuentas con vajillas y teles de plasma, que da un poco de bochorno y ya no estamos en el desarrollismo. Que quiten el anuncio en la pantalla del cajero de que puedo sacar dinero sin comisión, porque, según cómo me levante ese día, lo considero o un insulto o un cachondeo. Porque me acuerdo de que cada vez que uso la tarjeta ellos se ahorran al cajero humano, con su salario, su antigüedad, sus gastos de seguridad social, y además están trabajando con 'mi' dinero. También sería ético, y también estético, que quiten de sus oficinas esos anuncios con perlas de sabiduría chorras y esas expresiones de 'juntos lo vamos a conseguir' y 'apoyamos a muerte a los autónomos' y 'te queremos por ser tú' y toda esa jerga de motivación y autoayuda (demasiado de nada, una vez más). El pichón ya sabe de qué va el mundo.
Repito, ante todo no quiero resultar un jacobino ni un predicador, el pichón es capitalista como el que más. Es consciente de que no se puede retirar el dinero de los bancos porque se produciría un 'corralito'. Ahora bien, también quiere ahorrar, y ser feliz, y que no le hagan un siete por utilizar la tarjeta en los cajeros. Tampoco le gusta (al pichón) ver cómo los viejecitos llegan a las oficinas con una cartilla y que no les hagan ni puto caso, o que los remitan a las operaciones digitales, y que si no saben que aprendan o que se lo hagan sus hijos. No, al pichón eso le produce mucha pena. Porque puede que parezca un oxímoron, pero el capitalismo tiene que poseer un rostro humano, ya que, en caso contrario, el capitalismo explotaría y lo que viene después es una pesadilla. Y que los bancos tengan en cuenta que si los pichones ya no damos tanta plata uno por uno y se empeñan en tirar de los hilos, también uno por uno, deshaces el vestido, o sea, el sistema que les da oxígeno. Asimismo, resulta embarazoso ver las cuentas de resultado de los bancos, miles de millones, cada año, y que continúen quejándose. Parece que no recuerdan de dónde sale el dinero cuando todo estalla y tienen que ser rescatados por la incompetencia y la mala fe de unos pocos. El pichón se acuerda del avaro Hermócrates, que sale en uno de los diálogos de Platón, quien en su testamento se instituye como su propio heredero. Aunque igual esto es un poco populista, el pichón se disculpa si fuese interpretado así.
De cualquier manera, el pichón se rebela, y como si fuera un documental de Rodríguez de la Fuente (el lirón careto…), comienza a canalizar su dinero hacia otras entidades que no le cobren comisiones, donde tendrá dos o tres años de tranquilidad hasta que aparezcan de nuevo los depredadores. Se trata de la supervivencia, como en todo buen documental. Porque, al final, el pichón sabe que los bancos lograrán metérsela doblada de alguna otra forma, y cuanta más digitalización y menos oficinas y dinero físico, más fácil lo tendrán. El pichón se verá rodeado por un entorno a lo Netflix, donde tendrá una suscripción a una plataforma en la que le cobrarán por cualquier servicio que se les ocurra (y créanme, se les ocurrirán muchos, todo un alarde de creatividad). El pichón podrá ir trampeando, moviéndose aquí o allá, pero terminará acorralado. Sobre eso no hay discusión: como en los casinos, la banca siempre gana. Entretanto, la vida prosigue, y si fuera solo la presión de las entidades bancarias, podríamos ir bandeando. Pero no son únicamente estas escopetas las que amenazan el vuelo del pichón, también están la crisis, el paro, las enfermedades, la pandemia, los alquileres, los salarios estancados, la desigualdad… Aunque creo que el pichón vuelve a rozar la demagogia y el populismo, vuelve a disculparse.
Para finalizar, al pichón le gusta mucho la historia. Siempre encuentra equivalentes para situaciones contemporáneas. Y últimamente, se acuerda mucho de 1795, cuando un grupo vociferante de mujeres sitió la Convención pidiendo pan (se morían literalmente de hambre), y cuando subían las escaleras para entrar en la sala de sesiones se encontraron al delegado Féraud, que les espetó: ¿Qué queréis, mujeres? Respectez la Loi! Los centenares de mujeres, irritadísimas, lo mataron a golpes y lo decapitaron con un cuchillo de cocina. Luego clavaron su cabeza en una pica y lo pusieron mirando de cara a la sala de sesiones. Eran simplemente amas de casa y cocineras, no eran guerreras: sólo tenían hijos y maridos muriéndose de inanición. Con esto el pichón quiere decir que las cosas no pasan nunca, hasta que pasan, igual que la toma del Capitolio en Washington. Sin embargo, ahora el pichón puede estar pecando de alarmista, e incluso de apocalíptico. El tiempo lo dirá.
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