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La política social en Gijón hace aguas. Me refiero a que no consigue los objetivos que persigue, a la postre, ayudar a las personas en situación de pobreza a que puedan salir de ella. Más bien, sucede lo contrario. Acaban enganchados en una inercia de ... subvenciones infinitas que los convierte en dependientes de lo público. O sea, de los fondos que el gobierno de turno asigna casi a modo de caridad. Así, ese fin de insertarlos de nuevo en la vida laboral se ha perdido definitivamente. Se dan las ayudas, como quien tira pan a las palomas, allí donde caigan. En absoluto, se forma a los beneficiarios para la búsqueda activa de empleo, o se intenta de alguna manera la reinserción en un mercado laboral del que han sido expulsados. Resultado: las necesidades crecen y crecen, mientras que los recursos municipales no dan para tanto. Acaban siendo insuficientes ante el tsunami de peticiones que se producen cada vez que hay una convocatoria. Todo, para que luego los políticos utilicen esas bonitas frases que de vez en cuando nos sueltan. Gijón es una ciudad solidaria, integradora, con unos presupuestos muy (pero que muy) sociales, blablablá.

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