Perplejidad es la sensación que me envuelve al leer y observar la campaña de descrédito orquestada contra la alcaldesa de Gijón. Una persona a la que he visto enfrentarse a las peores circunstancias de gestión ciudadana en estos tres años y a la que contemplo ... trabajando incansablemente en proyectos de mejora de la ciudad: el área fluvial del Piles, el Plan de Movilidad, la reducción de la contaminación ambiental, sin extenderme en la intensidad con que se han afrontado la epidemia de la covid o la protección social, de la que pongo por ejemplo la asistencia a personas vulnerables en la Tejerona.
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Ana González y su equipo han logrado captar la colaboración de numerosas instituciones para poner en marcha proyectos millonarios de mejora de la ciudad. Claro está, comenzando por la capacidad para facilitar la gobernabilidad de la ciudad con otra fuerzas políticas. No es poco.
Una alcaldesa que impulsa un proyecto llamado «una ciudad para soñar» me moviliza a su favor. Sin embargo, un inesperado cambio en la Ejecutiva de la agrupación socialista ha conllevado una campaña de acoso y derribo de esta alcaldesa que no tiene parangón en ningún otro municipio de España. Un despropósito de actuaciones sectarias inimaginables frente a una persona discreta y honrada que ha venido cumpliendo con creces el programa con el que fue elegida. Para deponerla se ha inventado un «proceso» de recogida de firmas avalado por la cúpula del Partido Socialista: quince días para recoger 592 firmas, el 50% del censo. Llevamos 10 días del operativo montado por la Ejecutiva, incluyendo la total disposición del aparato al servicio de unos promotores de tal recogida y todavía no tenemos resuelto el resultado.
No cabe definir este sainete como proceso democrático, cuando se impide la expresión libre de los afiliados que apoyamos a la alcaldesa. Es palmaria la manipulación que se esta produciendo, cuando en circunstancias de actuación tan sectarias el órgano directivo del partido socialista en Gijón no ha logrado que la mayoría de los militantes acepte sus presupuestos. Por el contrario más de 600 militantes nos hemos inhibido razonablemente de firmar tal despropósito.
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Felonía es la palabra correcta para definir esta actitud de la organización: actos contrarios a las normas y a la ley procedentes de supuestos compañeros que vienen a traicionar los principios y valores de las buenas personas. Y hay muchos ejemplos en lo que se dice de Ana González para identificar esta felonía, comenzando por la acusación de foriata, propia de personas chovinistas contrarias al ideario socialista. Pero lo que más destaca en esta campaña es la agresión personal injusta e indigna de compañeros.
Nunca se ha visto que una campaña de este cariz, en la que está inmersa partidariamente la Ejecutiva local, se pueda llamar proceso democrático. Una campaña en la que se excluye y silencia la opinión de las minorías no es democrática por definición. Por tanto, no me sumaré a estas firmas que tan denodadamente se buscan.
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