Según parece, la solución legal para una prohibición de facto de las corridas de toros -aunque desde el Ayuntamiento eludan este término- consiste en contraprogramar. O sea, montar todo tipo de espectáculos en verano para no dar así opción a que se celebren. De sobra ... saben desde instancias municipales que es la única época del año donde puede ser rentable por dos razones: la afluencia del turismo y el tiempo meteorológico. Desde luego, nadie arriesga su dinero con las lluvias del invierno y sin población extra que llene la plaza de El Bibio. La portavoz del gobierno municipal, Marina Pineda, justificó por esa intensa programación veraniega la denegación de la prórroga del contrato de concesión a Circuitos Taurinos S. L. Tal parece, digo, que van a montar una especie de pan y circo al más puro estilo romano. Tres meses de periodo estival con festejos por doquier. Eso sí, sin maltrato animal de ningún tipo. Ahora bien, tampoco Pineda eludió mencionar la motivación principal de esta prohibición de facto, repito, aunque no se ajuste a la legalidad vigente. «Nuestro deseo sería que no hubiese corridas», dijo. En el fondo, meollo de la cuestión de todo este asunto. Nuestro Ayuntamiento se acoge a un clavo ardiendo con tal de que los 133 años del mundo taurino en Gijón sean historia. Para ello, promete cubrir el coso de El Bibio y darle un barniz de «cultura positiva» (Ana González dixit). El problema vendrá cuando otra actividad cualquiera (la que sea) tampoco les guste. Hoy son los toros y mañana... ¿qué? A muchos gijoneses que no somos pro taurinos (pero tampoco anti) nos sigue sorprendiendo lo que pasó este verano con 'Nigeriano' y 'Feminista'.

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