Cierres inexorables

Lo de Danone no es solo un bache. Es un nuevo paradigma de un problema cuya solución nos excede. Los intentos, tan socorridos, de parches coyunturales ya vemos que no suelen servir de nada, por buena voluntad que se ponga

Domingo, 15 de mayo 2022, 01:34

Hay que ser muy despreocupado o inconsciente para minimizar la importancia del anuncio de cierre de las instalaciones de Danone en Asturias. Si, como es mi caso, además se mantienen fuertes lazos sentimentales con Salas y su comarca, mirar para otro lado y no alzar, ... por débil que sea, la voz, es casi una traición a nuestra tierra y a nuestros convecinos.

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Desde que se oficializó la decisión de la empresa, la liturgia mediática e institucional ha sido la de siempre. Primero, que era un rumor añejo; segundo, que pilló por sorpresa a las instituciones autonómicas y locales, lo que se compadece mal con ese runrún al que he aludido; en tercer lugar, que se va a negociar; como cuarta entrega, que puede haber esperanzas; a renglón seguido, que los trabajadores, más realistas, solo contemplan la salvación mediante compra de un tercero y, en fin, que la decisión de darse el piro a Francia (que no es, precisamente, el paraíso del trabajo esclavista) es irreversible. No hace falta ser profeta, a la vista de muchas situaciones precedentes en Asturias, que se vienen recordando en la prensa, para intuir que será aplicable el final del soneto de Cervantes: «Fuese y no hubo nada».

En estos últimos días, personas reales o con perfiles falsos, aprovechan esta nueva calamidad para despotricar, en las redes sociales, contra el Gobierno autonómico que, sin ignorar su deber de encarar el problema, tomó posesión cuando, muy posiblemente, la decisión de la fuga empresarial llevaba tiempo tomada y solo se estaba aplicando una moratoria para buscar el momento más adecuado, evidentemente para la multinacional, porque el pueblo o la comunidad o los empleados, importan muy poco en una economía deshumanizada.

Declaraciones institucionales, manifestaciones contra los despidos y la deslocalización, son justas y comprensibles, pero rarísima vez se consigue revertir o reconvertir estas catástrofes laborales y territoriales. Los precedentes, como se ha dicho, son muy numerosos en nuestra comunidad y, a fuer de ser sincero, por dolido que esté, ni el Ayuntamiento ni el Ejecutivo autonómico, de distinto signo político, van a poder hacer más, por mucho que intenten el diálogo, que resignarse a una nueva puñalada. Que tendrá, sin duda, algún motivo de mala gestión en la producción, pero que denota la profunda insensibilidad de quienes solo conciben las ganancias inmediatas y la eliminación de lo deficitario, sin buscar iniciativas solventes e imaginativas para transformar y modernizar los planteamientos. Y para buscar legítimamente beneficios, no solo para ser benéficos salvando los muebles una temporada.

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No creyendo ser sospechoso de querer fumigar la iniciativa privada en la Economía y, por ende, la libertad de empresa, constitucionalmente garantizada, sí creo que un Estado social y democrático de Derecho, como el nuestro, puede, en sede legislativa estatal, prever mecanismos más tuitivos para los trabajadores y más exigentes para la eficiencia y perdurabilidad de este tipo de empresas supranacionales, que son oxígeno para una zona y que, cuando se van, la convierten en un cementerio.

En el caso de Salas, para colmo, parece que las desgracias nunca vienen solas. El tema de la autovía a La Espina, que se eterniza desde Cornellana, tras el famoso derrumbe y tras los problemas, demoliciones incluidas, de puentes, solo puede provocar irritación y desánimo. Sin duda las infraestructuras, sin que me valga el chantaje, son importantes -como el agua- para el asentamiento de empresas que producen para que luego las mercaderías se transporten. La historia de la A-63 no deja de guardar paralelismos con los sobresaltos de nuestra economía regional. Lo de Danone no es solo un bache. Es un nuevo paradigma de un problema cuya solución nos excede. Los intentos, tan socorridos, de parches coyunturales ya vemos que no suelen servir de nada por buena voluntad que se ponga. A fuer de idealista, casi romántico, creo que solo queda que los asturianos, sin dejar de reconocer nuestros errores y desidias, afrontemos unidos y con fuerza una reivindicación general con la fuerza que la gravedad de la situación requiere.

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