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El país más poblado del planeta y que parece que será el próximo sheriff mundial podría enfrentarse a una situación que en terminología anglosajona se conoce como 'die of success' (morir de éxito). Es decir, la incapacidad de una empresa o, en este caso, de ... una sociedad o país para mantener un ritmo constante de crecimiento debido a que las propias pautas que han conducido al éxito impiden que el mismo sea prolongado en el tiempo.
China ha dado un salto de gigante a lo largo de las últimas décadas, basándose en una peculiar combinación que podría calificarse como de 'capitalismo de estado', ya que es una curiosa mezcla de capitalismo y comunismo, sostenido por gobiernos fuertes a los que no les tiembla el pulso para mantener el orden. Ese brebaje dio un gran resultado durante mucho tiempo y, unido a la política que limitaba el número de hijos que se podía tener, posibilitó el hecho de que la mujer pudiese incorporarse al mundo laboral, dando lugar a un enorme potencial de consumo y de mano de obra. Fueron años esplendorosos con crecimientos del PIB cercanos al 10%. Hay que tener en cuenta que el crecimiento del PIB, al igual que el de la inflación, tiene un funcionamiento idéntico al de los intereses compuestos, ya que el crecimiento de un año se basa en el PIB del año anterior. Es decir, un crecimiento sostenido del 10% durante una década no supone un 100% de crecimiento del PIB sino del 159%.
Ese gran crecimiento posibilitó el traslado del campo a las urbes y, en este momento, ya vive en la zona Oeste de China solo el 6% del total de su población, concentrándose en las grandes ciudades del Sur, Este y litoral el otro 94%. Eso provocó una gran demanda de vivienda, lo que condujo a subidas de precios y, viendo que el ladrillo podía ser un gran negocio, muchos chinos se lanzaron a comprar inmuebles como inversión de futuro, dando lugar a una burbuja inmobiliaria 'de libro', tal como la define el mediático Robert Shiller, Premio Nobel de Economía del año 2013. En el fondo es una fotocopia a gran escala de lo sucedido en Occidente y, especialmente, en países como España, donde una esplendorosa década de los sesenta condujo a la gente de los pueblos a las ciudades y les abrió un mundo de consumo, comenzando por aquel icónico Seiscientos. Después llegó la incorporación de la mujer al trabajo, el auge del ladrillo, el aumento del consumo y todo lo que ya sabemos. Ahora tenemos una deuda pública colosal, las familias no pueden adquirir vivienda y muchos ya no pueden ni pagar un alquiler y tienen que vivir 'de habitación'. Por otra parte, se ha dejado de tener hijos y ahora reinan las mascotas.
China sigue el mismo camino, porque justo aquello que posibilitó su éxito fulgurante es lo que ha envejecido su población, lo que ha generado una gran burbuja inmobiliaria y lo que puede provocar una gran crisis financiera. Hay que tener en cuenta que en China hay más de 100 millones de pisos vacíos y más de 30 millones de pisos recién construidos para los cuales los promotores no encuentran salida, lo cual, unido a la subida de tipos de interés que hay a nivel mundial, hace pensar en un posible crack inmobiliario del gigante amarillo. Prestigiosas firmas como Standard&Poor's pronostican que el 7% de los préstamos inmobiliarios que hay allí van a ser incobrables. Otra cosa que hace pensar en que allí están recorriendo un camino parecido al nuestro, al menos en el campo inmobiliario, es que un ciudadano chino medio necesita trabajar 27 años para poder pagar su préstamo hipotecario de vivienda. Hay que recordar que en plena burbuja inmobiliaria, antes del 2007, había entidades que financiaban a 50 años.
Otro dato que hace pensar que China ya está dejando de ser el primer motor económico mundial es que ya no lidera el crecimiento en el área Asia-Pacifico, que es con mucha diferencia la más vigorosa y la que tiene futuro. De hecho, para dicha zona geográfica se espera un crecimiento del 5,3% mientras que el gigante amarillo crecerá sólo el 2,8%. No obstante, sigue siendo una gran locomotora muy por encima de lo que es la artrítica y burocratizada Europa y sigue dando un ejemplo admirable en aspectos como la gestión del covid o el funcionamiento del sistema educativo (basado en el respeto y educación y en adquirir conocimiento en tecnología e idiomas).
Pero en el horizonte de Pekín o Beijin, como se dice ahora, empiezan a vislumbrarse problemas, ya que hay detrás una población envejecida que quiere consumir, un mercado inmobiliario que huele a crack y un país con una mezcla muy heterogénea de culturas, religiones, idiomas, etc. Un cóctel que puede ser dulce o explosivo.
En una película de los Hermanos Marx, Groucho al observar a una persona indigente dijo una de sus frases lapidarias: «Es pobre pero lo reconoce, peor está el que encima finge que no lo es». Allí no tienen democracia, pero por lo menos no fingen que la tienen.
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