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La Navidad siempre es proclive a comidas y cenas de celebración. Pero no parece que sea el caso de la que celebraron el miércoles todos los ministros del Gobierno del PSOE que se fueron sucediendo desde la Transición, encabezados por el expresidente Felipe González y ... el exvicepresidente Alfonso Guerra. No se recuerda un cónclave de esta naturaleza, en el que han desaparecido antiguas rencillas o desentendimientos que siempre marcan la actividad política y en el que confluyen muchas opiniones preocupantes fruto de su experiencia.
Conforme vayan pasando las horas y los días conoceremos algunos pormenores de la reunión y, lo que es más importante, de lo que se habló y se acordó. Parece más que lógico que en los momentos complicados y controvertidos, como los que está atravesando la política nacional, los reunidos, todos ellos personas serias y respetables, a los que unen unas ideas comunes, no hayan pasado la velada hablando de toros ni de del Mundial de Qatar.
Hay muchas cosas en la actualidad que preocupan a los españoles y los que formaron parte de gobiernos sensatos -al margen de las críticas y discrepancias de actuaciones específicas que hayan sufrido- no son una excepción. Algunos ya habían expresado sus opiniones por separado y es lógico que las conversaciones se hayan concentrado en buena medida en los hechos políticos que se están produciendo. Anticipar que las inquietudes políticas, sociales y económicas que despiertan algunas leyes recién aprobadas o en trámite habrán ocupado gran parte del tiempo no parece arriesgado.
Son las preocupaciones que quitan el sueño a muchos ciudadanos, que ven en algunas iniciativas grandes riesgos para la Constitución que tanto costó lograr y, aún más, para la unidad de España. Las concesiones que se están haciendo a los independentistas, sin más contrapartida que apoyos en el Congreso a algunos proyectos polémicos que permiten la continuidad de la actual coalición, chirrían. Y más cuando los indultos a responsables de un intento grave de secesión se ven reconocidos con la amenaza de los interesados de volverlo a repetir.
Pero si la preocupación empañó la cena de los exministros, tampoco sería normal que no haya perturbado también el sueño de Pedro Sánchez en su residencia de la Moncloa, a pocos metros del restaurante. Extraña que el presidente no se sienta inquieto ante la crítica a su gestión que se escucha en todos los ámbitos, empezando por su propio partido y entre muchos de sus seguidores. Algunas veces se escuchan preguntas vacías que propugnan las dudas sobre la información veraz que sobre la opinión pública pueda llegarle al jefe del Gobierno, si es víctima del llamado 'síndrome de la Moncloa' y está mal informado de la realidad por quienes deberían mantenerle al tanto, para que pueda reflexionar sobre la situación con conocimiento de causa. La Navidad ayuda a que los problemas se distraigan, pero enseguida vendrá enero, con su cuesta, y mayo con las elecciones autonómicas y locales.
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