![Cegado por la luz](https://s1.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/202011/30/media/cortadas/cegado-luz-kN0B-U1209187151432MG-1248x1200@El%20Comercio.jpg)
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Hablemos de series. Suelo pasar temporadas en una u otra plataforma, y luego me abono a Filmin otro rato para ver sólo películas. Es una forma de mantenerme al día, pero también de evitar que mi cabeza sea formateada por los moldes de las series. ... Cada uno tiene su librillo. En los últimos años he disfrutado intensamente de varias, y por citar algunas: la canónica 'Mad Men' (2007), que no sé si viéndola otra vez me haría la misma gracia; la ya clásica 'Band of Brothers' (2001), que acabo de visionar por segunda vez y me reafirmo en su calidad y profundidad; 'The Terror' (2018), una estupenda producción en la que solo chirriaba el ridículo monstruo Tuunbaq, pues el desolador frío del Ártico ya era suficiente enemigo... Dentro de mi particular canon, el primer lugar lo ocupa la primera temporada de 'True Detective' (2014, qué brillantes Woody Harrelson y Matthew McConaughey), al punto que me obligó a cambiar toda la estructura de mi novela 'Soles Negros' (Alfaguara 2016). Huelga decir que disfruté mucho de 'Juego de tronos' (2011, si te agarras a la cola del dragón, ya sabes lo que hay), aunque en las últimas temporadas quedase un poco aguada por la corrección política. También las primeras entregas de 'House of Cards' (2013), 'Narcos' (2015) y 'Westworld' (2016) eran fantásticas, pero luego se transformaron en óperas bufas, especialmente la de Frank Underwood: había que tener paciencia de santo para aguantar el desvarío de los guionistas, y yo ya estoy mayor para esas cosas. Capítulo aparte fue 'Vikings' (2013): qué bien lo pasé, pero justo hasta que se murió Ragnar Lodbrok, después empezó a volverse atorrante (el rey Egbert también era muy grande). Otra serie que me fascinó fue 'Mindhunter' (2017, la segunda temporada es espectacular). Últimamente me gustó 'El visitante' (2020), que replantea muy bien aquella frase de Shakespeare: «Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, de las que han sido soñadas en tu filosofía». Me sorprendió gratamente 'The Mandalorian' (2020), con su revisitación galáctica del wéstern, esencialmente porque ya no esperaba nada de la exhausta (y ñoñificada) mitología de la Guerra de las Galaxias, y me metí en vena la lisérgica fenomenología de 'DEVS' (2020), que me mantuvo pegado a la pantalla hasta su último capítulo, aunque al final prometiese más de lo que dio. Para terminar, no puedo dejar de mencionar la magnífica 'Roma' (2005), que dejaron de producir cuando estaba en su cumbre (genial James Purefoy haciendo de un Marco Antonio pasado de rosca); 'Fariña' (2018), aunque al final me cansase de los berridos de Javier Rey; 'Hernán' (2020), que a pesar de las limitaciones evidentes me sorprendió por su factura (ah, si tuviésemos los recursos de los gringos); y las dos series de Paolo Sorrentino, 'El joven Papa' (2016) y 'El nuevo Papa' (2020), que siempre tienen la garantía de un señor que posee una cosmovisión muy depurada y personal (a destacar el descarnado y brillante cardenal Voiello, el Kissinger del Vaticano, que asegura que «Roma sólo puede sobrevivir mediante la hipérbole»). Al socaire de esta introducción, a lo que iba: mi último descubrimiento, 'Cegado por la luz'.
Dentro de la política de la HBO de fomentar producciones en el este de Europa, nos llega esta serie polaca de impronunciable nombre, 'Slepnac od Swiatel' (2018). Son ocho episodios de una hora, en los que se cuentan siete días durante la Navidad en la vida de un díler de cocaína de medio y alto standing, Kuba, en la Varsovia de nuestros días. En la estela del Carlito Brigante de 'Atrapado por su pasado' (1993), Kuba está liquidando los últimos negocios para marcharse a Argentina y tener la vida solucionada, y en ese intervalo va haciéndose una radiografía del ethos de las mafias locales y de la misma sociedad polaca. Camellos, matones, prostitutas, cantantes de rap, estrellas de realitys, aristócratas, clase media en todas sus manifestaciones… Todos dan vueltas en el remolino de la cocaína que tan bien retrató Roberto Saviano en su 'CeroCeroCero' (Anagrama 2014). Abrimos boca con la deslumbrante cabecera que presenta cada capítulo (al nivel de 'True Detective'), en los que seguimos a Kuba (Kamil Nożyński) en su particular odisea, una navegación por un mundo turbulento y moralmente exhausto, repleto de 'flashbacks' que nos dan trazas de su carácter sensible, en un intento de blindarse como puede mientras se desplaza a través de la ciénaga. Kuba se refugia en la música clásica, en la meditación, en el deporte, y si se le puede reprochar cierta inexpresividad al actor, creo que es la misma de Ryan Gosling en 'Drive' (2011), y que encaja con la necesidad del protagonista de mantenerse incólume en el brutal ecosistema en que está inmerso.
El director, Krzysztof Skonieczny, va centrifugando muchos estilos, entre ellos el videoclip (incluso introduce una actuación memorablemente cutre de rap polaco) y el onirismo visual que puede verse en las películas de Andréi Tarkovski. Como decía Zorrilla, nuestro don Juan sube a las torres y baja a las aldeas, cruzando la noche en un vehículo de alta gama, y nos lleva con él a las reuniones de los capos polacos, los clubes de moda, las mansiones de los ricos, los pisos de estudiantes pijos, de los políticos… Kuba mantiene en todo momento una actitud fría, cerebral, a fin de mantener la cordura en medio del caos y la perversión, pero, poco a poco, las cosas empiezan a torcerse, igual que Poseidón comienza a complicarle las cosas a Odiseo. Esa redención en Argentina se aleja, hora tras hora, un fatum con el que forcejea desesperado, buscando una salida hacia ese aeropuerto que lo alejará para siempre de Varsovia. A destacar un excepcional Jan Frycz, que da mucho miedo haciendo de capo polaco, de esos que en cuanto se toma el quinto chupito de vodka se quita la camisa y sale a la nieve a treinta bajo cero. También un espléndido Cezary Pazura, interpretando a una viciosa estrella de la tele, que ejerce de pequeño demonio que puede decir las verdades que les están vedadas a los ángeles (atentos al repaso que hace a la hipocresía de la sociedad polaca). En suma, una serie entretenida, interesante, que nos anima a continuar comiéndoles el pastel a los anglosajones. Tengo para mí que este puede ser el siglo de Europa.
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