Decía Ludwig Wittgenstein que la misión del filósofo era enseñar a la mosca a salir de la botella. Parece como si el suyo fuera un pensamiento heredado de 'La Caverna', de Platón, pero el filósofo vienés lo plantea de una manera más práctica para que ... los individuos sobrevivan y no solo aprendan a filosofar. A Wittgenstein le tocó soportar las dos guerras, y en la última, por su condición de judío, haber conseguido salir de la botella en que se había convertido Austria durante el nazismo.
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Fulgencio Argüelles en su artículo del pasado sábado se quejaba del desprecio de los políticos por la filosofía, arrinconada y en trance de desaparecer como asignatura. La filosofía enseña a pensar y a hacer preguntas, y eso es terreno vedado para los que aspiran a rodearse de súbditos pelotilleros que vayan a los mítines a aplaudir. Fulgencio Argüelles lo explica muy bien: la conveniencia para los políticos de extirpar la filosofía, para anular el pensamiento o la duda, que no haya más luz que la que alumbran desde el 'aparato'.
Les interesa a los políticos, según el psicólogo y gran escritor mierense, dejar que el niño se tecnifique con las pantallas antes de dejar el chupete, para caminar por la vida con una configuración técnica, sin preguntarse a dónde va o de dónde viene. Por el camino ya elegirá un equipo de fútbol -ahora para las niñas también vale- y una formación política a quien votar, que nazca también como una afición parecida a la que siente por el fútbol: soy del Madrid o soy del Barcelona, o soy del Sporting o del Oviedo. Bien entendido que a los del otro equipo, ni agua. Puede llegar el individuo desprovisto de pensamiento y de duda a creerse que el que no va con él no merece el status de un 'ser sintiente', como ahora el Código Civil atribuye a los animales. Entonces, en los campos de fútbol y sus aledaños el forofo agrede y organiza trifulcas y en el ámbito general puede contribuir a la guerra civil.
Tuve el honor de hacer la presentación de dos de los libros de Fulgencio Argüelles hace varios años, y leer todo lo que fue publicando posteriormente. Es un escritor que piensa lo que escribe, de ahí su corrección literaria, y escribe lo que piensa, lo cual suele ser contrario a la corrección política. Me decía poco antes de morir mi añorado amigo Luis Arias Argüelles-Meres que los grandes escritores que había actualmente en Asturias estaban ignorados, cuando no obstruidos, por la política vernácula, incapaz de admitir cualquier crítica.
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