El paro del transporte: causas y consecuencias
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Cara está la gasolina como para derrocharla en avivar fuegos. La ministra Raquel Sánchez redujo el paro del Transporte a «sectores minoritarios de ultras apoyados por la ultraderecha». El Gobierno calculó mal el impacto de una huelga que sus informes reducían a unos cuantos camioneros ... indignados. Con la excepción de algunas medidas adoptadas por algunos mandos policiales que andaban al quite, la respuesta organizada no comenzó hasta casi 48 horas después del inicio de la huelga, cuando el bloqueo de los piquetes en los centros logísticos ya amenazaba con el desabastecimiento. Fue entonces cuando la ministra del ramo salió para decir que no pensaba reunirse con los huelguistas por su falta de representatividad, lo que es una postura legítima si considera que su interlocutor debe ser otro, y por su carácter 'ultra'. Esto último solo sirvió para caldear aún más lo que ya hervía.
Cierto es que no falta en la oposición quien pretende capitalizar el descontento, incluso alentarlo para desgastar al Ejecutivo, lo que no supone nada nuevo en la política española. Pero ante los actos violentos, la labor policial es mucho más eficaz que las declaraciones. Y reducir la situación actual a un grupo de agitadores patrocinados por la ultraderecha resulta demasiado simple para lo que cabe esperar de un gobierno cuando para sentirse desesperados, a los transportistas, ganaderos y a muchos ciudadanos no les faltan razones. Después de dos años de pandemia, con la gasolina desbocada y la luz como un artículo de lujo, motivos para manifestarse tienen muchos. No están menos angustiados los camioneros que siguen en la carretera ni los ganaderos que no sacan sus tractores a la calle. No solo se sienten maltratados; también ignorados. Hace dos años, eran ensalzados como héroes. Ahora ven que las respuestas que necesitan se demoran más de lo que sus hogares pueden soportar. En los últimos meses, el malestar de muchos sectores se ha entrelazado en un clima social que debería preocuparnos. Y cabe suponer que las facturas les estrangulan a todos, sean de derechas o de izquierdas. Llegados a este punto, tan irresponsable acaba siendo quien se empeña en encender la mecha sin calcular más que los réditos políticos como quien pretende reducir un estallido social a un petardo. Ante una crisis como la actual, al Ejecutivo le corresponde garantizar la seguridad y asegurar tanto el derecho de huelga como el de los muchos que quieren trabajar para llegar a fin de mes. Pero sobre todo, de un gobierno se espera que ofrezca soluciones. Y para terminar con un problema es necesario resolver la causa, no criticar las consecuencias. O el resultado puede ser justo lo contrario de lo que se pretende.
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