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En el capítulo anterior, expuse la inquietante idea de que en una situación como la que padecemos a cuenta de Cataluña lo más justo y razonable es celebrar un referéndum vinculante, justo lo que reclama la entrañable parroquia indepe. Y, tal parece que lo exigiera ... toda Cataluña, han conseguido que España, y no sé cuánto mundo circundante, identifique catalán e independentista casi como sinónimos. Y la realidad social es muy otra. La realidad social es que media Cataluña está callada, más bien tácitamente amordazada, sin que para ello se precise ninguna acción represora específica por parte del soberanismo catalán gobernante, porque la ocupación del espacio público -la calle, el discurso, los medios de comunicación y, sobre todo, la educación pública- por parte del nacionalismo catalán, devenido independentismo en la última década, ha sido de una eficacia ejemplarizante.
La escuela pública catalana ha ido convirtiéndose, desde hace cuatro décadas, en una factoría de nacionalismo, extirpando cuanto le resultara ajeno, empezando por el profesorado desafecto, de modo que la mera evolución demográfica asegura sucesivas promociones de nuevos nacionalistas, cuando no independentistas entusiastas, bien adoctrinados en el discurso único. No creo que exista otro país en el mundo civilizado en el que a un ciudadano de pleno derecho se le niegue la opción de ser educado en su lengua materna, siendo esta lengua oficial en el territorio, mientras las familias que solicitan este derecho son señaladas, estigmatizadas y socialmente condenadas, al mejor estilo estalinista, como nuevos enemigos del pueblo. Que ante una situación así de extravagante, por no decir vergonzosa, los propios sucesivos gobiernos del Estado miren al horizonte, cuando no, como ahora, basen su permanencia en el negocio apoyados y en connivencia nada vergonzante con el propio soberanismo, solo ocurre en España.
Mientras persista esta situación social de opresión silenciosa que padece en Cataluña la población no nacionalista, no habrá un escenario válido para la celebración de un referéndum, precisamente, sobre el tema que motiva el abuso. La recuperación de un clima de igualdad en libertad es condición necesaria para cualquier consulta. El juicio sobre la consecución de tal clima idóneo ha de corresponder al Estado, que cede y otorga la capacidad de decidir sin imperativo legal que le obligue. En ese sentido, el termómetro revelador es precisamente la educación en libertad, que será el tema de la próxima.
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