La casa de José Antonio Mases está en esa aldea de Cabranes, medio deshabitada, como todas las de esta Asturias precomatosa. Y no obstante, los que viven de la política se entretienen con asuntos banales, como en la comedia de Ionesco, donde montan una juerga ... mientras el edificio se les cae encima. No sé si a esto se refiere la última novela de Mases, que titula simplemente 'La casa'. Como la anterior 'La cordillera'. Los primeros títulos suyos reflejaban el realismo mágico de las Américas, como 'Cuba, niña triste', 'Los padrenuestros y el fusil' o 'El palenque'. Pero esta realidad desencantada, mirando hacia el pasado no sé si con ira o con nostalgia, nos ofrece títulos de encierro y de soledad. Las cordilleras son también barreras infranqueables para los cuerpos y las almas.
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Conocí a José Antonio Mases en 1961, poco después de haber regresado de Cuba con la expresión del desencanto. Cuba se había convertido en una niña triste. Y en ocasiones lo contrario de lo malo, que era lo que existía antes en la isla, no deviene en lo bueno, sino que te traen lo peor: mantener el orden de los fusiles, y chivatos en cada casa, como hacen en todas las dictaduras. Pero por aquel entonces seguíamos la filosofía de Groucho Marx: no hagas caso de los que lo vieron, sino de lo que yo te diga. Y Mases iba discurriendo con su discreción, quizá timidez, y comenzaba a ganar algunos premios, y a enseñarnos los tesoros que había conseguido rescatar, como un disco grabado en México de la 'Yerma' lorquiana con la voz de Aurora Bautista. Y las conversaciones que había tenido con Hemingway, entre sorbos de ron y evocaciones de guerras y tauromaquia.
Como algo había que seguir haciendo, Mases se dedicó en su regreso a seguir el consejo de León Felipe: que si se lo habían quitado todo, le quedaba la palabra. Y siguió escribiendo, y editando libros de otros, y siendo uno de los tres pilares de la obra magna de la Gran Enciclopedia Asturiana. Ahora nos dice que ha puesto un punto final con su novela 'La casa'. Pero su pensamiento sigue siendo diáfano y su escritura de maestro, así que no nos lo creemos. Lo seguiremos disfrutando, como escritor y como amigo.
Me regaló Mases muchas cosas hermosas, y por encima de todo, la amistad. Conseguía piezas únicas, como películas de Margarita Xirgu. O esa rareza sorprendente de Sacha Guitry de 1915, donde aparecen Camille Saint Saens, Auguste Renoir, Sarah Bernhardt, Rodin, Monet, Anatole France...
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