Monse Rivero Flórez y Luis Riesgo Fernández, padres de Pablo Riesgo Rivero, trabajador del hospital de Jove fallecido en la madrugada del domingo 7 de febrero a la edad de 26 años, en nombre propio y en el de toda la familia, queremos ... manifestar nuestro agradecimiento a las muchas muestras de condolencia y cariño recibidas.
Publicidad
Nuestro agradecimiento al hospital de Jove en que nuestro hijo trabajaba, a las mujeres y los hombres que componen su plantilla por su apoyo, su afecto, la ternura y el dolor expresado por la muerte de Pablo. En nuestro corazón ocupan y ocuparan ya para siempre un espacio.
Nuestro agradecimiento también para las trabajadoras y trabajadores del Hospital Begoña en el que anteriormente Pablo había trabajado, que nos transmitieron su dolor y cariño en estos momentos tan duros.
Nuestro agradecimiento, en fin, para todo el personal sanitario, esas personas anónimas que día a día luchan sin descanso para salvaguardar nuestra salud y que en estos momentos, como consecuencia de la pandemia, sufren una enorme presión física y emocional, pero se sobreponen a ella y siguen manteniendo su ánimo, sabedoras de que ello es indispensable para salvar vidas.
Reiteramos a todas estas personas nuestro cariño y agradecimiento.
Y cómo no, agradecimiento para las muchas personas que desde el ámbito ciudadano nos enviaron sus condolencias y apoyo.
Nuestro hijo Pablo tenía veintiséis años, era un joven amante de la vida, disfrutar de ella junto con su familia, sus amigos, su novia. Le gustaban las fiestas de prau, los encuentros con sus colegas entorno a unas cervezas, en fin todas esas gratificantes actividades colectivas. Pero era también, como muchos otros jóvenes, responsable. Entendía que todas las personas, jóvenes y mayores, teníamos que jugar un papel activo para contener la expansión del coronavirus y que si ello suponía alterar temporalmente determinadas actividades, había que hacerlo porque con ello se salvaban vidas y se rebajaba la presión del sistema sanitario. Por ello sus mensajes se dirigían a los jóvenes -él era parte de ellos- aún sabiendo que muchos de ellos actuaban como él. A la vez era también consciente de la necesidad que tiene la gente joven del ocio colectivo. Su mensaje no trataba de culpabilizar a los jóvenes de nada sino de advertirles que por el bien de la salud pública había que renunciar momentáneamente a aquellas actividades que pudieran ser fuente de contagio.
Publicidad
Ya para finalizar quisiéramos hacer una breve consideración dirigida al mundo de la política. Resulta inexplicable, al menos para nosotros, que en una situación como la actual, inmersos en una pandemia que afecta gravemente a la salud, la economía, las emociones; las instituciones del Estado y las fuerzas políticas que las ocupan no sean capaces de llegar a acuerdos para superarla. El sentido de pertenencia a una comunidad se manifiesta por la capacidad que tienen quienes la configuramos para afrontar colectivamente las situaciones de crisis. Se necesita un acuerdo cuya base no puede ser otra que la defensa del bien común y, qué duda cabe de que la salud, la lucha contra esta pandemia forma parte del bien común.
En estos momentos tenemos la sensación de que esa preocupación por el bien común permanece oculta por el todo vale, por el «a río revuelto, ganancia de pescadores», y como consecuencia de ello la pandemia además de muerte, enfermedad y ruina económica está dejando un país dividido en el que los necesarios lazos solidarios frente al gran reto que estamos viviendo se sustituyen por el enfrentamiento, la división, los malos modales y la bronca.
Publicidad
Por favor miren a la calle, escuchen a los ciudadanos, aprendan de las prácticas solidarias que desde la sociedad se desarrollan y pónganse a trabajar por el bien común.
La muerte de nuestro hijo Pablo de veintiséis años nos ha dado un involuntario protagonismo. Teníamos una vida no exenta de dificultades pero feliz y de repente nuestro mundo se ha derrumbado. Perder a un ser querido provoca siempre un profundo dolor, pero perder a un hijo además te sume en la desesperación. Nada curará nuestro dolor y nuestra desesperación pero quisiéramos creer que al menos su muerte evitará otras y contribuirá modestamente a que todas y todos asumamos las distintas responsabilidades que nos corresponden.
Con esa esperanza y agradecimiento hacia quienes nos acompañaron y acompañan en estos dolorosos momento, nos despedimos con un fuerte abrazo.
3 meses por solo 1€/mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
A la venta los vuelos de Santander a Ibiza, que aumentan este verano
El Diario Montañés
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.