Está claro que el suroccidente es la zona cero de las comunicaciones asturianas. Es decir, allí donde más necesarias son las infraestructuras. Sobre todo, por su elevada tasa de despoblación que sigue creciendo, así como en el propio día a día de sus habitantes. El ... paso sábado ocurrió una desgracia que conmocionó a toda la zona. Un argayo de considerables proporciones se llevó la vida de una persona en la AS-15, principal vía de comunicación con el resto de Asturias. Anteriormente, hacia mayo de este mismo año, otro argayo esta vez en la N-634 a la altura de Casazorrina en Salas, obligó al Ministerio de Transportes a hacer un desvío provisional que casi se ha convertido en definitivo. El puente de La Barrosa, también en Salas, tuvo que ser demolido en agosto tras detectarse defectos de construcción, pese a que fue construido apenas una década atrás. El Ministerio está realizando las pertinentes obras, ahora bien, no existe fecha para su finalización. La AS-63 -autovía eterna y que no se acaba nunca- todavía tiene tres tramos pendientes hasta llegar a La Espina. La delegada del Gobierno, Delia Losa, dijo durante el pasado mes de noviembre que sería en 2023 «cuando todos los asturianos podremos ir por las carreteras que el Gobierno de España está realizando». Evidentemente, no va a ser así.

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El caso es que el grado de frustración de estos concejos sube como la espuma. Se sienten abandonados y no me extraña. Ni tienen inversiones estatales como para conectarse por doble calzada como el resto de Asturias, ni tampoco autonómicas que hagan esa necesaria labor de mantenimiento. Hace tiempo que el Principado dejo de invertir en carreteras. De hecho, durante los tiempos de la crisis financiera los presupuestos se cuadraban así: reduciendo cualquier tipo de inversión. La pandemia -con el fuerte incremento del gasto corriente- no ha hecho más que empeorar las cosas. Además, el famoso discurso de las infraestructuras asturianas que se remonta a los tiempos de Jovellanos, fue cambiado por otro de tinte más social. Había que gastar dinero en las personas y no en hormigón, se decía. Resultado: nuestra red interior de comunicaciones sufre cada invierno. A poco que llueva un poco más de lo habitual, surgen problemas en todos los lados. Bueno sería, pues, que desde el Gobierno asturiano comenzasen a considerar esto como un eje fundamental de la política contra la despoblación. Sin carreteras no hay paraíso.

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