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Han pasado 48 horas desde que se hiciera oficial el anuncio de la futura compra de los terrenos de Naval Gijón y su posterior reconversión en un polo de economía limpia. Lo que en julio parecía un objetivo a largo plazo, una meta solo reservada ... para los más optimistas, será realidad en el primer semestre de este año. Y creo, honestamente, que se trata de un movimiento histórico para Gijón.
El futuro de nuestra ciudad, que cada día se trata y discute en tantos espacios, se ha medido históricamente por la ambición y la convicción de quienes la conformamos. Una ambición que está en el ADN de este equipo de gobierno y que, unida a la agilidad en la gestión, ha permitido desbloquear una operación clave en tiempo récord.
Naval Azul habla del futuro más inmediato de la ciudad, pero también lo hace del Gijón de los próximos cincuenta años. Esa, y no otra, es la trascendencia de los grandes proyectos. Que, en apenas medio año de mandato, la ciudad ya trabaje con certezas, es la mejor de las noticias.
No es mi primera vez como alcaldesa; ya tuve, durante otros ocho años, el inmenso honor de haber representado a esta ciudad. Creo que si algo me dio aquel tiempo fue la perspectiva suficiente para dimensionar el impacto de un proyecto. Pocos tan relevantes como Naval Azul. La virtud de una actuación se calcula a través de los ámbitos para los que supone un beneficio. La recuperación de los terrenos de Naval Gijón los conjuga todos: tiene un valor económico, de la mano de la economía azul y su actividad limpia; un valor de ciudad, plasmado en la apuesta por ordenaciones urbanas abiertas y modernas; y, sobre todo, tiene un valor social. La reconquista de esta zona de Gijón para disfrute de todos es un golpe en la mesa de una ciudad que siempre miró al mar y que, durante demasiado tiempo, no pudo hacerlo desde El Natahoyo. Urgía cerrar esa herida y será ahora, en 2024, cuando la zona oeste inicie esa nueva ciudad.
Durante muchos años, Gijón fue también la ciudad de los proyectos vacíos. Es una sensación que hemos tenido muy presente y que ha hecho que, esta vez, solo nos hayamos querido guiar por certezas. Certezas como disponer de un Plan General de Ordenación blindado jurídicamente, y cuya ficha marcará los usos de Naval Azul sin espacio a la especulación; certezas como la de afianzar un movimiento tractor como la economía azul, un sector al alza en todo el mundo y en el que Gijón, por disposición geográfica, puede jugar un papel estratégico; y, ante todo, la certeza de tener bien definida la compra de los terrenos propiedad de la Autoridad Portuaria, con un planteamiento urbanístico listo para ser lanzado.
El anuncio que ayer (por el viernes) hizo este equipo de gobierno no dejó un solo hueco a la improvisación.
Abonada al 'no por el no', la oposición ha vuelto a demostrar que critican por sistema todo lo que no hacen ellos. Es lo contrario a ser constructivos y lo opuesto a lo que esta ciudad necesita. Seamos claros: criticar este proyecto es legítimo, pero supone ir en contra de los intereses de Gijón. Unos intereses que la izquierda gijonesa traduce en siglas y no en beneficio común. PSOE e IU están enrocados en el 'o conmigo o contra mí' y son incapaces de superar la frustración de no haber sido ellos quienes pusieran en marcha este proyecto. Obvian la realidad de que si no lo hicieron es porque fueron incapaces de hacerlo. Quizás cuando gobernaron sus intereses eran otros, cascayu y pegatinas mediante. Gijón tiene memoria.
Cuando el pasado mes de julio hablé por primera vez del interés en dar forma a Naval Azul, utilicé el cuento 'Casa Tomada', de Julio Cortázar, como símil del empequeñecimiento espacial y narrativo al que Gijón se había abandonado en los últimos años. Urgía recuperar esa ciudad valiente y decidida de la que siempre presumimos. Este viernes, Gijón envió un mensaje de absoluta vigencia. En ese grupo reservado para ciudades que miran al futuro con ambición, Gijón ya ha dicho presente.
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