Qué sienten ustedes cuando oyen que en Asturias se come bien en cualquier sitio, que los asturianos son los más queridos por el resto de ... los españoles y que tenemos un clima y un paisaje estupendos? A mí me produce un sabor agridulce, una mezcla de orgullo y de pena.
El barómetro de Compromiso Asturias XXI publicado hace unos días sobre el futuro laboral de los estudiantes asturianos nos daba algunos datos relevantes. El 73% quiere trabajar en Asturias, seis de cada diez lo ven probable y el 85% de ellos querría volver si tuviera que salir. Si vemos las razones que esgrimen para irse, la primera es la proyección laboral; la segunda, las condiciones de trabajo, y la tercera, la formación.
El mayor lujo que tenemos entonces en esta tierra no es ni la comida ni el paisaje, es nuestra gente. Y, si me apuran, diría que nuestros jóvenes. Debemos pensar y trabajar para solucionar el mismo problema que teníamos ya hace cien años, la fuga de talentos. Un siglo atrás se iban a México y a Venezuela y ya sabemos que mucho de aquel talento triunfó creando una generación de indianos. Ahora se siguen yendo a cientos de sitios diferentes, empezando por Madrid, y me da pena porque la mayoría de los jóvenes se querría quedar a levantar su tierra, pero no les damos la oportunidad, después de haber gastado una fortuna en su formación.
Tenemos un primer problema que solucionar: el AVE. Ese tren tan deseado de alta velocidad a Madrid puede servir para llenar Asturias o para vaciarla. Si queremos llenarla, debemos generar oportunidades y dar motivos más allá de la comida, el clima y el paisaje. No podemos convertir el Principado en un parque temático porque con eso solo conseguiremos seguir perdiendo el mejor talento. Tenemos buenos colegios y una muy buena universidad. Pero ¿qué ocurre cuando terminan la carrera y quieren hacer un máster, especialización u otro tipo de posgrado? Pues lo que ocurre es que se van porque consideran que aquí no pueden. Por tanto, segundo problema a solucionar: que puedan terminar su formación en Asturias, potenciando ser sede de una buena escuela de negocios. Y, finalmente, cuando terminan la formación, hay pocas empresas que puedan ofrecer un proyecto motivador, con buenas condiciones laborales. Así que debemos favorecer que las compañías asturianas puedan ser más grandes (de manera orgánica o inorgánica) y mantener su centro de decisión en Asturias, como ya han hecho algunas muy relevantes. Atención a esto ayuntamientos y Gobierno regional, no vale llorar sobre la leche derramada.
¿Por qué existe una gigantesca oportunidad en Asturias? Pues la respuesta es sencilla: el quinto censo de asturianos está en Madrid y el octavo en Castilla y León. De ellos, el 60% son titulados superiores. Exportamos talento a diario. La mayoría de ellos serían felices volviendo y pudiendo desarrollar su actividad en su tierra. Por otro lado, existe una legión de empresarios de éxito fuera de Asturias deseando invertir en su tierra (Venezuela, México, Colombia, EE UU y Madrid), para los que debemos ser capaces de generar esas oportunidades de inversión. Aquí se mezcla lo emocional con lo racional. El sentimiento ya lo tienen porque lo han sentido desde la cuna, sólo falta crear la parte racional, la oportunidad, la excusa. Por ello, necesitamos una estrategia regional con medidas contundentes, buena planificación, tiempos de ejecución y responsables de hacerlo. Necesitamos analizar qué sectores son estratégicos y cuál es la agenda para desarrollarlos.
Asturias puede ser una referencia en formación, innovación, emprendimiento y desarrollo empresarial y social. Tiene todo lo necesario para ser la mejor joya de España y de Europa. Pero esto nunca llegará si muchos de nuestros jóvenes y de nuestras empresas se siguen yendo por encontrar mejor trato en otro sitio. No se trata de abrir más el grifo de la bañera, se trata de poner el tapón.
Se atribuye al Dalai Lama la frase de que «a quien amas dale alas para volar, raíces para volver y motivos para quedarse». En esta tierra hacemos bien las dos primeras, ahora nos falta aprender a dar razones para no fugarse.
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