Borrar

No es bueno que el hombre esté solo

La dificultad de reconocer en un Yorkshire el lobo del que procede nos lleva a la dolorosa conclusión de que sin humanos nunca habrían existido los perros. La relación debe ser respetuosa, pero difícilmente puede ser igualitaria

Carlos Nores

Oviedo

Jueves, 11 de julio 2024, 02:00

Por alguna razón los perros acaban pareciéndose a sus amos, o los dueños a sus perros, que en esto no hay acuerdo. No hay más que ver la extraña afinidad de los pit-bull por chavales encapuchados hasta en la más tórrida canícula estival o ... tipos de coco pelado y cara de pocos amigos. Nunca los verás acompañando a una señora entrada en años, que prefiere la compañía de un perro de bolsillo: un Yokshire, un Chihuahua o un shih-tzu. Lo que algunos llaman un perro-patada, porque siempre se tiene el temor de pisarlo si inadvertidamente damos un paso atrás. Es curioso, pero los hombres de la misma edad que las mujeres amantes de los microperros no suelen acompañarse de seres tan diminutos, sino que prefieren perros algo mayores: como los pugh o los bulldogs franceses. Los Beagle, los border-collie o los galgos muestran cierta preferencia (o al revés) por las parejas jóvenes, con o sin hijos. Luego están los sofisticados que se asocian con los bracos de Weimar, shar-pei, chow-chow o los galgos afganos, perros característicos de gente que le gusta destacar alejándose de lo convencional. Los cocker, pastores alemanes, boxer y dóberman, muy populares antaño, son difíciles de encontrar ahora. ¿Acaso ya nadie los quiere? Son como personajes en busca de un autor.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcomercio No es bueno que el hombre esté solo