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Quizá porque el azar o los hados lo dispusieron así; quién sabe si por afán de encontrar vínculos que contribuyan a ordenar y explicar el mundo. El hecho es que Canal se despidió de nosotros apenas unos días después de la conmemoración del 25 aniversario ... de la muerte de Francisco Carantoña, director de EL COMERCIO durante cuatro décadas y su gran referencia profesional y vital. Canal fue hombre de grandes lealtades. Carantoña, su director cuando ingresó en el periódico, una de las primeras y permanentes, para quien tuvo una admiración que nunca decayó.
Él le llamaba doctor. En el DNI era José Antonio Rodríguez Canal. A veces, José Antonio; Jose a secas, Pepe o Pepín para algunos. También, en sus múltiples seudónimos taurinos, Canalín, Canaleño, Virepeño, Juan del Bibio, Antón Ezcurdia... Pero basta con decir Canal para identificar sin dar lugar a dudas a ese personaje esencial durante décadas de la historia de EL COMERCIO y de Gijón.
Canal y el diario asturiano estuvieron mutuamente predestinados, uno y otro. Joven y precoz lector, bebió en sus páginas desde la infancia, así que conseguir trabajar allí y ver su firma entre las otras que tanto había leído era más que un sueño hecho realidad. Aunque durante un año se fue a Canarias, veleidad juvenil, la experiencia le sirvió para adquirir perspectiva y regresar con más ganas a ese Gijón que ya no abandonaría y con el que, desde su nacimiento en la Gota de Leche en plena posguerra, tuvo una identificación plena.
Su Gijón, su barrio de La Arena, son otras de las coordenadas que han presidido su vida. Ahí jugó, ahí chigreó, ahí estrechó los vínculos desde la juventud con mil amigos, con Tini Areces, Arturo Fernández y Dani Daniel entre otros playos ilustres. Allí surge también su honda preocupación social, que en lo periodístico se manifestó en defensa de los intereses de los gijoneses y asturianos que EL COMERCIO siempre hizo suyos.
De las furtivas asistencias a las corridas de toros en la plaza del Bibio, por esa fascinación que las imágenes primeras provocan en nuestra memoria, vino su gran afición taurina, que se vió culminada en el periodo en el que asesoró al presidente, una vez jubilado en EL COMERCIO. Para él fue la cima de una carrera en la que en el periodismo había hecho de todo.
Porque de todo fue en el decano asturiano. Corrector, reportero, redactor jefe, cronista taurino, subdirector, articulista, director adjunto. Participó activamente en cuatro décadas cruciales de la historia del diario. Durante el último franquismo y la Transición, en el centenario del rotativo, en la integración en el grupo que hoy es Vocento, en la evolución tecnológica y en la actual digitalización...
Mano derecha (y también izquierda) de cuatro directores, varias generaciones de periodistas dan fe de esa presencia -a veces explosiva, las más afable- que todo lo abarcaba, que exigía incansable el término preciso y la cifra exacta, y que desde hace varios lunes echábamos en falta en sus columnas semanales. Como echaremos ahora de menos su presencia desbordante, su vozarrón, sus quejas por tal artículo o errata, su incansable discusión.
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