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¿Un cambio en el discurso?
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No fue la primera ni será la última vez que un partido presenta una iniciativa en el Congreso a sabiendas de que será rechazada. Suele ocurrir cuando importa más el debate que la votación. Esta semana, el PP llevó a la Cámara Baja una propuesta ... para anular la protección del lobo promulgada por el ministerio de Teresa Ribera. ¿El resultado? El que cabía esperar. Los escaños de los partidos en el Gobierno y sus socios sobraron para rechazarla, pero obligaron a votar a los diputados del PSOE e Izquierda Unida en contra de lo que defienden en Asturias. La circunstancia, tampoco inédita, sirvió a la presidenta del PP asturiano para pedir a los socialistas asturianos la expulsión de los tres parlamentarios que respaldaron a la ministra siguiendo las directrices de su partido. Ni la propia Teresa Mallada espera que el PSOE haga ningún caso de su demanda. A ella le basta con hurgar en la contradicción de los socialistas y poner el foco en la diputada Adriana Lastra, el principal referente en Madrid del PSOE asturiano. Lo que en política suele llamarse el discurso de desgaste.
Pese a esta no siempre edificante trayectoria de acatamiento, no faltan quienes se preguntan si no resulta necesario plantarse con más frecuencia de lo acostumbrado frente a las exigencias que llegan desde la capital, ya sea con membrete de Ferraz o de Génova. Los tiempos cambian. Los votantes, también. Y lo que en otro tiempo se asumía como imprescindible lealtad regional se entiende cada día menos entre los ciudadanos. No tanto porque las autonomías tengan un repentino ataque de valor, sino porque la política de los últimos tiempos ha sido mucho más madrileña que nacional. A muchos ministros de las últimas legislaturas les ha resultado poco menos que imposible entender nada de lo que ocurría más allá de la Castellana. Más de uno incluso logró completar su mandato sin poner un pie en Asturias. Y con ello han alimentado movimientos nacionales, regionales y hasta locales de toda condición que amenazan con cambiar el tablero conocido de la política regional y municipal. Tal vez plantarse ya no dependa solo de la convicción, sino también de la necesidad.
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