Hay ocasiones en que los aciertos se encadenan y eso magnifica el acierto inicial. El primer acierto al que me refiero ocurrió a finales de febrero de 1978, cuando, tras el hallazgo de la monumental figura de Coyolxauhqui, las autoridades decidieron que era la hora ... de proceder a la excavación del Templo Mayor de México-Tenochtitlan, en la actual Ciudad de México. A continuación, se produjo el siguiente acierto, con la designación de un entonces joven arqueólogo con apellido azteca para dirigir los trabajos. A partir de ahí, la mayoría de los aciertos corresponden a Eduardo Matos Moctezuma, quien ha sido capaz de diseñar y dirigir un proyecto de una envergadura colosal, afrontando tremendos desafíos, y obteniendo permisos y recursos para configurar lo que hoy día es el Templo Mayor, con antiguas ruinas visibles, con un espectacular Museo y con espacios recónditos en los que se pueden ver pequeños atisbos del esplendor de la antigua capital mexica. Esos aciertos no han sido sólo de Matos, pero sí lo es el haberse rodeado de un enorme equipo de personas que han llevado a cabo un trabajo titánico excavando, analizando, clasificando y reconstruyendo una incalculable cantidad de materiales, algunos muy sorprendentes. Y escribiendo miles de trabajos para que los especialistas y los curiosos puedan comprender lo que ellos han sacado a la luz. Algunos de esos especialistas han alcanzado altos niveles académicos, otros quedan parapetados por la inmensidad del trabajo, el ya hecho y el que está por hacer. La arqueología tiene estos gajes: el trabajo, sobre todo cuando es concienzudo, es muy lento. Y hay que mancharse las manos las más de las veces, inventar procedimientos y recursos, cuando no se dispone de las herramientas necesarias. Y reconocer que uno es una pieza de un engranaje que funciona en la medida en que lo hace cada una de sus partes. El acierto del director ha sido rodearse de un gran equipo e irlo renovando en función de las necesidades del trabajo. Y me refiero al trabajo científico, pero también al comunicativo. Eduardo Matos ha sido y es embajador del Templo Mayor en todo el mundo con su capacidad para comunicar y emocionar. Gran orador y gran conversador. Para los arqueólogos, y para los estudios del pasado azteca, entre los que me cuento, la concesión del Premio Princesa de Asturias es otro eslabón en la cadena de aciertos. Una cadena fuerte, puesto que todos sus eslabones lo son. El premio es para Eduardo, pero somos muchos los que nos sentimos una pequeña parte de él y esperamos que contribuya a un mejor conocimiento de ese pasado que parece remoto, pero que está muy presente.

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