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A veces envidio a los que creen en el horóscopo, la buena y la mala suerte, que hay que cuidarse de los idus de marzo, a los echadores de cartas y a mis vecinos de la secta, que según ellos lo que no contiene el ... Libro es obra de Satanás. Tanto dar la lata con los homínidos, los neandertales y los pintores de Altamira, y resulta que como el mundo tiene poco más de 3.000 años, Satanás se nos ha metido en las cabezas a los que no estamos en ese redil de los elegidos para insuflarnos un montón de trolas. Los envidio, efectivamente, porque en estos tiempos que corren es mejor someterse a los pensamientos de un gurú, en vez de discurrir sobre lo que pasa en este perro mundo. Sobre todo si el discurrir, también llamado filosofar, nos conduce a creer solo que el hombre nace sin su consentimiento, vive sin ser feliz, y al final se muere, pasando del ser a la nada. Claro que los ministros y ministras a los que les conciernen los asuntos del saber, vienen a tocarse por el otro extremo con los fieles de la secta: unos por mandato del gurú de la religión, y otros por el de la política. Estos últimos, para que el individuo fuera dejando de pensar, descabezaron de la enseñanza el griego y el latín, con lo que no me extrañaría que en un futuro haya ginecólogos que no sepan que en la Grecia clásica las mujeres estaban en el gineceo. Y andrólogos y antropólogos que desconozcan que Aristóles era un anthropos que se dedicaba a filosofar. El último invento es, al parecer, el de la ministra Celaá, que también hace su nueva ley de enseñanza, faltaría más, y se le ocurre suprimir la Ética. Otra poda, para construir al individuo que no les cree problemas. Como dice Javier Marías: que no sepa, no entienda y no razone. Perfectos borregos para un estado totalitario.
Sin creer en las estadísticas, y desconfiando de los informes, observo en un mapa de Asturias el discurrir de la pandemia. No entiendo que Noreña sea un punto rojo de grandes contagios en medio de Siero, que tiene bastantes menos. Que Cangas del Narcea esté teñida en rojo, y Allande, Ibias y Degaña que la rodean tengan los contagios más limitados de la región. Los que creen en lo que no ven, y los que desconfiamos de lo que nos enseñan, porque estamos en manos de los magos del engaño. Hijos de la incultura y analfabetos de un solo libro, tocándose los extremos. Los que se ponen a las órdenes de los viejos profetas del libro, y otros, de los predicadores de la televisión.
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