Buena gente
Parece que sentimos pudor al hablar de ellas, personas sencillas que, aunque imperfectos por humanos, pasan por el mundo sin ensuciarlo
Un día más se encoge el ánimo con las noticias y las figuras que aparecen en los papeles. Hasta Josu Ternera está de actualidad por ... su extradición desde Francia para responder de algunos delitos. A Francia huyó este sujeto, dejando la silla vacía en Vitoria al lado de la de Arnaldo Otegi cuando vio que lo habían descubierto como responsable de dar la orden de atacar el cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza, donde murieron once personas, entre ellas cinco niñas. Ya parecen haberse borrado los rostros ensangrentados en algunas parcelas del Parlamento, y hasta de la Moncloa. Tenemos para confirmarlo no solo las palabras de comprensión, sino algunos pactos. Hay que pasar página, dicen. Pero aquí cada uno pasa las páginas de lo que le da la gana, incluso de lo más inmediato, para seguir calentando lo de 85 años atrás. Una guerra, una dictadura y al fin un rey campechano, que es el peor adjetivo que se le puede poner a un rey; y dentro de su campechanía, como dice en un magnífico artículo Gregorio Morán, la utiliza para regalar 42 millones de euros a una querida. Es cierto que su hijo, también Borbón, parece contrario a su rijosa ascendencia. Y También parece tener más problemas con su propia familia que con la llamada familia republicana. Esta última está dividida, y algunos republicanos confesos empezamos a tener miedo a los que más luchan ahora por destruir la monarquía.
Hablamos sin pudor de los que nos encogen el ánimo, sean eméritos huidos, o terroristas retornados. Y parece que sentimos ese pudor al hablar de la buena gente. Personas sencillas, que aunque imperfectos, por humanos, pasan por el mundo sin ensuciarlo.
Varios días he visto apearse del autobús delante del instituto de la Laboral a chavales, por turno, con dos mochilas, para ayudar a la chica que no podía cargar con la suya.
He ido a la boda de quien habiendo roto un anterior noviazgo, ella fue abandonada con un hijo del siguiente novio; y ahora viven como personas normales, y parece que cuesta decirlo.
He visto a un hombre luchar, cuando murió la madre de su hijo, para quedarse también con el otro hijo, que no era suyo, y que los dos hermanos no vivieran separados.
Conozco a un ciudadano que, después de romper un noviazgo, le suplicó que se casaran cuando ella cayó enferma, y la cuidó hasta la muerte.
Todas estas cosas parece que hay que decirlas con pudor, cuando se habla de la buena gente. Es algo íntimo que solo se ajusta a las conciencias. Como decían Tip y Coll, el próximo día hablaremos del gobierno.
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