Las elecciones vascas nunca defraudan. Siempre a contracorriente en las Vascongadas. Algo pasa antes de llegar al Bidasoa que hace que nada funcione como en el resto de España. Los datos del País Vasco son, por muchos motivos, históricos. Sin embargo, ello no tiene por ... qué significar regocijo para nadie, salvo para los afortunados en tocar poder o calentar poltrona, como se dice ahora.
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La victoria de Bildu, compartida con el PNV, en escaños que no en votos, pone de manifiesto que una mayoría de vascos tiene muy mala memoria. O un concepto dispar al común de los mortales de entender su organización de la convivencia. La democracia es lo que tiene: hay que respetar siempre –que no compartir– lo dictado por las urnas, aunque el resultado pueda resultar doloroso.
El 7 de junio de 1968 la banda terrorista ETA mataba a José Antonio Pardines, en el que es considerado el primer atentado mortal de una larga lista de más de cuarenta años de violencia, dolor y sufrimiento para miles de familias. Durante medio siglo, en nuestro país se asesinó, extorsionó y secuestró por pensar diferente. El hecho diferencial vasco, si es que alguna vez existió de verdad, no merecía tanto. Para ese viaje no hacían falta alforjas, que afirmaría el buen castellano.
Es curioso cómo la memoria histórica, de la que tanto partido hacen algunos, parece ser selectiva. Los mismos que luchan por no olvidar los crímenes de la dictadura franquista hacen justamente lo contrario con el terrorismo etarra. Mientras se abren las fosas comunes en búsqueda de justicia, se pacta con aquellos que eufemísticamente, con medias tintas y conceptos hirientes siguen sin condenar, con la necesaria firmeza, uno de los episodios más duros de nuestra historia reciente. Es la quintaesencia de la nauseabunda hipocresía de nuestra clase política.
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Hemos dejado entrar en las instituciones a los que hasta hace cuatro días ponían la pistola en nuestras nucas. Lo más dramático no es que participen del juego democrático, ya que si lo están haciendo es porque cumplen las leyes. O así debiera ser. Lo verdaderamente despreciable es ese proceso de blanqueamiento, propaganda y pleitesía que se les presta por cuatro votos en Madrid o en Pamplona. Todo paralelismo con Irlanda del Norte y el IRA no es más que una sesgada y vulgar patraña. Basta con leer un par de libros sobre el tema para no caer en la trampa.
El escenario que se abre es muy interesante. El PSOE de Pedro Sánchez, siempre en el alambre por su debilidad parlamentaria, ha tenido que elegir entre apoyar al PNV o a Bildu para el gobierno en Ajuria Enea. A los dos se les deben favores y de ambos depende la legislatura en clave nacional, por lo menos hasta los comicios en Cataluña. Susto o muerte, sobre todo para los vascos, aunque de eso, por desgracia, ya han tenido bastante.
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