Sacristán de vida y obra

Hombre piadoso, considerado y afable, Manolo -o Manolín, también conocido así por algunos- ha sido uno de los puntales de tan emblemática iglesia ovetense. Se pueden contar por cientos, quizá por miles, las celebraciones eucarísticas y procesiones en las que ha participado. Manolo siempre se mostró solícito a colaborar, de forma casi infatigable hasta su final, en todo cuanto acontecía en la vida parroquial.

Su presencia se hacía notar gracias a su bonhomía, vocación de servicio y a su inconfundible y cálida voz. Su ausencia, ahora definitiva, marcará un antes y un después en la cotidianidad de San Juan el Real. Formaba parte de un equipo humano excepcional, capitaneado por Don Javier Suárez Fernández, rector de la Basílica y párroco desde 2012, que, sin duda alguna, notará su partida.

Acostumbraba a premiarnos con su buen humor, especialmente a quienes lo apreciábamos o cooperaban con él en diferentes tareas. Hace unos meses, después de que su salud empezase a quebrar paulatinamente, me lo encontré en la calle Doctor Casal. Traté de animarlo, haciendo hincapié en su fortaleza. Señalando a la que fue su iglesia, echando una media carcajada, me respondió con jovialidad que «fuertes, realmente, eran sus paredes». «Todavía te quedan muchas misas, Manolo», rebatí. Una verdadera lástima, me equivoqué.