Dice el didáctico economista e historiador escocés Niall Ferguson (Glasgow, 1964) que «la historia económica de la humanidad está marcada por las estafas propiciadas por aventureros y por algunos irresponsables gobernantes, teniendo en común todas ellas la avaricia desmedida y la temeridad».
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En algunas películas, ... al final suelen poner unos subtítulos en los cuales advierten de que 'todo parecido con la realidad es pura coincidencia'. La historia real, acaecida hace dos siglos, del también escocés Gregor MacGregor que les cuento a continuación, pueden decidir ustedes mismos si tiene parecido con alguna realidad actual o no.
Gregor MacGregor, escocés amante del lujo y ávido de reconocimiento social, intentó de varios modos conseguir la fama y la riqueza, hasta que dio con la tecla clave. A la vuelta de una estancia en América y valiéndose de una carta de presentación firmada por el propio Simón Bolívar, en la cual se le reconocían méritos militares, aprovecha el conocimiento que tiene de una zona denominada 'Costa Mosquitos', situada entre las actuales Honduras y Nicaragua, para difundir el bulo de que un tal Jorge Federico Augusto, supuesto Rey de Mosquitos, le había nombrado gobernador de Poyais. Un territorio de una extensión semejante a Gales. En teoría, según Gregor MacGregor, Poyais era un país independiente, una especie de diamante en bruto, lleno de recursos naturales sin explotar y necesitado de financiación. Y para resolver esa carencia de financiación, el inexistente Reino de Poyais ofrecía un atractivo interés del 6% anual, el cual doblaba al interés que en aquellos años había en Gran Bretaña.
El cebo ya estaba servido y los incautos ahorradores empezarían a acudir como moscas a la miel, olvidando uno de los principios básicos de toda inversión financiera, que dice que 'rentabilidad y riesgo siempre van parejos'. O, dicho de otro modo, que 'no hay duros a cuatro pesetas'. Otros inversores apostaron por comprar deuda pública de países como Prusia o Rusia y tampoco les fue muy bien, ya que la evolución del tipo de cambio del rublo respecto a la libra se comió con creces el diferencial de tipos de interés. Además, el astuto Gregor MacGregor, montó una gran campaña de publicidad en ciudades como Londres, Glasgow o Edimburgo, en la cual el timador explicaba que en el idílico país de Poyais había oro y agua en abundancia y que el clima era tan propicio que posibilitaba tres cosechas de maíz anuales.
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Para dar más credibilidad al asunto, Gregor MacGregor diseñó una bandera, un himno y un mapa detallado en el cual figuraba dicho país de Poyais. Las pinturas-retrato que se conservan de MacGregor, dibujan a un individuo de aspecto altanero, con un cierto aire chulesco y perdonavidas. Por eso no resulta extraño que, no conforme con timar a los ahorradores que le entregaron su dinero para comprar Bonos de Poyais, tuviese la osadía de vender terrenos de dicho país e, incluso, llegar a fletar barcos para trasladar a los incautos colonos en un viaje en el que descubrirían la realidad del mítico país. O sea, un inhabitable territorio infectado de mosquitos y malaria. Los ingenuos 'compradores' de tierras que sobrevivieron fueron rescatados por un barco que les llevó a Belice. Tiempo después, el Gobierno británico repatrió a los pocos que quedaban vivos.
Como buen timador y 'vendehumos', MacGregor se largó de Gran Bretaña y huyó a París, donde increíblemente consiguió repetir el proceso. Años después, perseguido por los timados, puso tierra de por medio y encontró un retiro dorado en Caracas, capital de Venezuela (casualidades históricas de la vida). El montante del dinero estafado se estima que sería equivalente a unos 3.600 millones de euros actuales.
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No hace mucho, la prestigiosa revista británica 'The Economist' otorgó a Gregor MacGregor el dudoso honor de ser el Rey de los Estafadores, aunque para dicho título hay muchos aspirantes, incluso en países que existen como tales pero que están en camino de dejar de serlo. Otras estafas renombradas fueron las diseñadas por el italiano Carlo Ponzi, la cual se asemeja mucho al final que tendrá el sistema de pensiones de algunos países.
La didáctica historia de Poyais nos muestra que casi todas las estafas están cimentadas sobre una mesa de cuatro patas. Las patas se llaman: avaricia desmedida, temeridad, ceguera voluntaria e información asimétrica. Tenemos los codos apoyados encima de la mesa y por eso no se ven las patas.
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