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Masterchef y Top Chef, entre otros concursos de cocina televisivos, han fomentado la idea (pobre idea) de que la crítica gastronómica es simplemente ofrecer un juicio sobre un plato. «Me gusta /No me gusta /Le falta sal /Está crudo», y eso cuando los jueces quieren ... ser benévolos… Cuando de lo que tratan es de subir la emoción entre la audiencia, se pasa del juicio al derribo: «Esto es una mierda». En los blogs gastronómicos que crecen y se multiplican, sin embargo nos encontramos habitualmente con lo contrario. Halagos y más halagos a platos, restaurantes y cocineros. ¿No sería mejor que aportaran algo nuevo, ya que se trata de una crítica? Es que en la crítica gastronómica ni todos son halagos ni todo es derribo. Además, ésta es mucho más que la mera emisión de juicios. La que es de calidad se diferencia porque aporta al lector aparte sobre un restaurante, información sobre un cocinero, un tipo de ingrediente, una tendencia en la alimentación, un plato, una contextualización o una interpretación. Y, sobre todo, una valoración global que ofrezca al lector una visión amplia e interesante no sólo del restaurante o del cocinero del que se habla, sino también del momento gastronómico y social en el que se vive.

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