Sin duda, el proyecto del grupo Orlegi para El Molinón genera más dudas que certezas. El pasado lunes fue presentado ante el yuntamiento, algo que no trajo mayores novedades de las que ya conocíamos. Si acaso, que los dueños del Sporting se afanaron en no ... dar una cifra concreta de inversión. Más que nada, para que no quedase en el inconsciente colectivo esos impactantes 300 millones de euros de los que se habló. En fin, a mí me sigue pareciendo que las cosas no cuadran. Es decir, de Orlegi esperábamos primero los éxitos deportivos y luego todo lo demás. O sea, que llevase al equipo de esta ciudad a la Primera División y lo consolidase en la categoría. A partir de ahí, podríamos empezar a considerar objetivos más ambiciosos como un campo más grande, un Mareo del siglo XXI, etcétera. Sin embargo, quizá se ha querido empezar la casa por el tejado. Sobre todo, porque para ser sede del Mundial de 2030 no implica realizar obras de tanto calado como construir un nuevo estadio. Fíjense que cuando lo fuimos en 1982 solo se agrandaron las gradas, conservando la esencia del Molinón de toda la vida. Ahora, lo que se pone sobre la mesa es otra cosa muy distinta. Con operaciones urbanísticas y comerciales incluidas que a más de uno le levanta ampollas. Financiado, bien es cierto, sin saber muy bien cómo, puesto que se habla de un estadio de lujo para ser sede de un equipo en Segunda. ¿De verdad va a haber palcos VIP con azafatas y servicios premium para ver la categoría de plata? Si se quiere recalificar suelo, ¿no es acaso sentar un precedente peligroso? ¿No podría pedirse también para otros proyectos que se quieran implantar en la ciudad?

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¿Qué clase de fondos se espera del Estado, cuando los presupuestos siempre marginan a Gijón? Por cierto, tendría bemoles que después de 20 años esperando por el plan de vías y 17 por el vial de Jove, llegase antes el dinero para el fútbol.

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