Hay un chiste que refleja con gracia la decepción que originan las ofertas políticas de campaña. Es aquel que 'diu' que un paisano se exhibe con todo al aire delante de una buena moza mientras dice, 'si quieres, todo esto será tuyo'. Y la joven, '¡ ... vístase o llamo a la Policía!'. Al político le amenaza siempre la lógica incapacidad de cumplir lo que promete. Por eso dedica sus esfuerzos a conseguir que el votante crea en él como persona, ya que desde el mismo instante en que empiece a creer, deja de razonar y pica. El voto democrático es muy volátil, va y viene a su aire, y esto lo corroboraba Bernard Shaw al decir que los políticos son como los pañales infantiles, que hay que cambiarlos cada poco y por el mismo motivo. Por eso la gente, si la vieja chaqueta se le queda corta y aprieta la sisa, suele cambiar. Por ejemplo, ese pobre que todos conocemos, y que en cuanto dispone de casa, frigo, coche y un sueldín curioso cambia de bando y acera, como hizo aquel Arturo Fernández, un grande hijo de ferroviario anarquista y limpiadora, que una vez en la cúspide, mudó ideología y camisa y acabó en campaña electoral junto a Gabino de Lorenzo.
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Y luego está también el gracioso juego de las promesas electorales. ¿Recuerdan al Rajoy que en campaña prometió que el AVE llegaría a Extremadura en un plisplás? Fiasco del que luego se disculpó, 'no decir la verdad no es mentir', con un toque de retranca galaica. Y también recuerden su posterior pugna con Zapatero, otro que tal bailaba, por ver cuál de los dos plantaba más árboles en la España vacía, Rajoy prometió millones, conscientes ambos de que nunca cumplirían y de que lo prometido es deuda, deuda pública, claro. Por eso tiene lógica el triunfo en Andalucía del conservador Moreno Bonilla, un hombre moderado y respetuoso con el adversario, aunque sea el Manolo Pezzi, presidente del invertebrado PSOE andaluz, que soltó a Feijóo aquello de 'tontopollas' que tanto daño ha hecho en las huestes de Juan Espadas.
Y por seguir con las citas, Einstein afirmaba que sólo hay dos cosas infinitas, el universo y la estupidez humana, que en el caso de ese 'tontopollas' habría que darle la razón al sabio. Porque en este mundo de alienados, una cosa es cómo se hacen los deberes, bien o mal, y otra muy distinta cómo se vende su acabado. Lo voy a poner más claro. Si ahora llegara un partido, atiende Arrimadas, y propusiera afiliar a los perros domésticos a la Seguridad Social, seguro que miles de canófilos votarían sin titubear que 'sí'. ¿Que no? ¿Qué apostamos?
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