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Está claro que la cosa no funciona. Me refiero a la autopista del mar cuyo último barco zarpó de Gijón en septiembre de 2014. Desde entonces, han sido muchas veces las que se anunció de nuevo su puesta en marcha, eso sí, siempre de manera ... infructuosa. Recordemos que el proyecto nació en el 2010 a nivel europeo y fue explotado en exclusiva por la naviera LDLines durante cuatro años. Sin embargo, la conexión marítima entre El Musel y Nantes-Saint Nazaire duró exactamente lo que se tardó en consumir las cuantiosas subvenciones recibidas (sobre 34 millones de euros) de los gobiernos español y francés.
A partir de ahí la nada. Mucho ruido y pocas nueces. LDLines adujo en su día falta de rentabilidad para la explotación comercial y hasta ahora nadie le ha llevado la contraria. Vamos, que no ha habido bofetadas por volver a ponerla en funcionamiento, ni mucho menos. Algo que no ha ocurrido en otros lugares como Vigo, Bilbao y Santander. En este último, además de tener conexiones estables con ciudades inglesas y belgas, se ha añadido recientemente como destino a Dublín. Mientras en el puerto vigués, continúan con éxito la conexión con Nantes que aquí no pudimos mantener. En otras palabras: El Musel es el único puerto de la cornisa cantábrica que no dispone de una línea marítima con el norte de Europa.
Las esperanzas estaban puestas en la naviera Baleaira. Empresa solvente y capaz de llevar a cabo la misión de resucitar nuestra maltrecha autopista del mar. Ahora bien, pasa el tiempo y parece que esquiva la cuestión. Primero, porque modificó el contrato para que el buque que debía venir a Gijón (previa subvención en el cambio de motores para que utilizasen el gas como combustible) acabe surcando otros mares y segundo, puesto que de forma continua está supeditándolo a nuevos estudios de viabilidad. O sea, a que le salgan los números. Cosa que no acaba de ver y, por eso, el tema siempre se reduce a lo mismo: saber cuánto dinero público se va a poner encima de la mesa como incentivo. Historia repetida y que vuelve a dejar los mismos interrogantes de hace siete años. Es decir, si como sucedió en 2014, en el momento que se agoten las ayudas, volveremos a decir adiós al ferry y quedar con cara de tontos. En fin, como se alarga tanto el tema, en la actualidad se está aduciendo como motivo principal del retraso a la pandemia. Aunque, bien es cierto, esta desgana y poco interés ya viene de mucho más lejos.
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