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Tenerife nos regala el aura magnética que nos sitúa en el corazón de la insólita altitud del Teide, de más de tres mil metros sobre una superficie de unos dos mil metros cuadrados, expandiéndose sin conocer el letargo del invierno, pues durante todo el año resplandece el azul superlativo de sus playas, algunas dignas de postal eterna, que en verano se alarga para descubrirnos los secretos de la isla siguiendo las pistas que arroja la luz, el sonido del sitar de una cala secreta y el murmullo de las plataneras como perfectos anfitriones. La naturaleza exhala una canción que nos reafirma que no hay que esperar a la llegada del buen tiempo, puesto que aquí el buen tiempo reina todo el año. La limitada superficie de la isla no es obstáculo para encontrar en ella una sorprendente variedad de paisajes. Podemos recorrer alguno de los senderos entre pinos canarios y, al poco tiempo, estar tomando un baño en la costa, e incluso vivir una experiencia diferente e inolvidable. Resguardadas de las corrientes marinas y labradas bajo el acantilado volcánico, por vestigios de la lava que amuralló el agua del mar, en las que la única intervención humana fue habilitarlas con escaleras y pasarelas, encontramos el lugar perfecto para relajarnos, disfrutando de un chapuzón en sus piscinas naturales de aguas de ensueño y olvidarnos del mundo, en solitario, en pareja o en familia.

Aunque no la única, el pescado fresco es la estrella de la cocina tinerfeña. Si nos damos una vuelta por el mercado santacrucero de Nuestra Señora de África, Las vendedoras de brazos remangados nos mostrarán los tesoros de la mar: la sabrosa xarda, el espinoso congrio y su comadre la morena, el identitario chicharro tinerfeño (El Mesón Castellano de Arona se ocupó de recordárnoslo), la vieja de escamas como alhajas, el bocinegro, la sama, el pulpo, su primo el calamar, la cabrilla para freír (exquisita la que tomamos en El Templete de El Médano en nuestra reciente estancia), el mero descomunal de ojos asombrados y tremenda mandíbula... Otros productos típicos son el gofio, el conejo y la carne de cabra, además de las papas antiguas con mojo. Auténticos bombones de tierra.

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