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Un conocido me dice que va a intentar tener una cita presencial en el Ayuntamiento. Le deseo suerte. Exactamente la misma que si acudiese a cualquier otra administración en busca de un determinado servicio. Desde que comenzó la pandemia, sin duda, la forma de atender ... al ciudadano ha ido a peor.
El culmen fue la ofrecida en los centros de salud cuando se recetaba por teléfono, independientemente de cuál fuese la patología tratada. Algo, por cierto, que costó mucho trabajo cambiar. Luego esta misma concepción del trabajo funcionarial fue evolucionando hacia la cita previa. En la actualidad, casi imprescindible para cualquier cosa. Es decir, los horarios de atención están tasados y si una persona no acude o emplea menos tiempo en la gestión, el que sobra no puede ser aprovechado por otra. Digamos, pues, que se produce un reparto en función a un horario establecido de antemano para cada ciudadano y no con el objeto de atender el máximo volumen de peticiones posible.
Sin embargo, la última moda viene dada por el teletrabajo. Una fórmula que ha venido para quedarse al estar impulsada desde la propia administración. De hecho, no resulta en absoluto extraño ir a cualquier oficina pública y verla medio vacía. Es más, cuándo se pregunta dónde está un funcionario en particular, porque quizá conoce mejor la problemática a consultar, te responden que se encuentra en casa. Probablemente en pijama delante del ordenador. Resultado: tienes que esperar a que vuelva para terminar con la gestión.
En nuestro Ayuntamiento, todo esto que estoy contando también se da. No es ninguna excepción a este virus que afecta a la calidad de la atención ciudadana. Incluso agravado por culpa del 'hackeo' informático que tuvo lugar el mes pasado y que mantuvo la maquinaria burocrática parada. Determinadas áreas que habían logrado avanzar en el atasco que existía, por ejemplo, en la concesión de licencias, han vuelto a dar marcha atrás. Están peor que antes. En cualquier caso, estamos viendo que cada vez más la tendencia es digital y evita el contacto personal. Tener que dar explicaciones o aguantar alguna que otra bronca. Eso, claro, que lo hagan los de la empresa privada. Me vuelvo a encontrar de nuevo con el conocido que quiso realizar el trámite municipal. Le pregunto cómo le fue y se abre la caja de Pandora. Empieza a maldecir y lanzar diatribas contra el sistema. Lo siento, no puedo reproducirlas aquí.
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