He leído que, por fin, el Gobierno asturiano ha abierto una oficina de proyectos europeos. Me parece excelente. A continuación, leí que se estaba «trabajando en la sombra», a fin de madurar y desarrollar proyectos para lanzarlos en el momento apropiado. Me acordé de la ... organización Spectra, que también «trabaja en la sombra», pero no acaba bien en las pelis de 007. Y más cuando los vascos, cántabros, gallegos, navarros... llevan trabajando al sol desde noviembre del año pasado, con cientos de proyectos que implican miles de millones de euros, todo envuelto en papel de regalo y con un lacito. Aunque quizás me equivoque y el Gobierno del Principado trabaje como los espartanos, que cuando el emisario persa fue enviado a los defensores de las Termópilas para amedrentarlos diciendo que hoy nuestras flechas oscurecerán el sol, uno de los oficiales lacedemonios, Diéneces, contestó con chulería: «Tanto mejor, entonces pelearemos a la sombra». Queda por ver cuál será la opción asturiana.
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En todo caso, nuestra comunidad tiene por delante un reto y una oportunidad, pero, sobre todo, mucho trabajo. Por un lado, los fondos de recuperación Next Generation van a tener el hándicap de que la cuna se mecerá desde Madrid, y uno no tiene clara la capacidad de influencia que tiene Asturias en el señor Sánchez, pues eso del consenso es un concepto que se le escapa y él va más por la senda de las cinco familias: Gambino, Bonnano, Genovese, Colombo y Lucchese. Por otro, están los fondos para la transición energética, que a ver cómo se caza ese venado de catorce puntas. El consejero de Ciencia e Innovación astur, Borja Sánchez, dijo que «no es una carrera de a ver quién llega antes», pero un servidor, por meras circunstancias de la vida, tuvo acceso a ciertas cifras y proyectos de otras comunidades y fue testigo de que ellos no van a paso de nazareno. Y que conste que yo barro para casa.
En fin, la realidad es que los enanos que nos crecen son muchos y variados. En Asturias debería acabarse ya la querencia por Juan de la Encina, aquello de hoy comamos y bebamos/que mañana ayunaremos. No podemos permitirnos más desaguisados ni vedetismos políticos. Se acabó lo de fumarnos puros de CO2 y pasemos al hidrógeno con decisión, que no suceda igual que con los fondos mineros, que no sirvieron para crear un futuro industrial sólido, sino para pagar los cubatas en la cúpula. La digitalización de la economía asturiana es otro de los desafíos, pero si los estonios lo consiguieron, no veo por qué nosotros no, con la implicación de universidades, currantes, administración, sociedad civil... El scope es global, pero los nichos de éxito son especializados, y ahí hay que echar el resto: IA, teletrabajo, internet de las cosas, plataformas tecnológicas, ciberseguridad, infraestructuras de nube, 5G... En ese sentido, mal vamos si quieren hacer oficial el 'bable': pueden explicar a los señores de Amazon que para seguir trabajando en Siero van a tener que ponerse al día con trasgus y berronas y aquello de la 'discriminación positiva', que decía Rodrigo Cuevas (que por el lado artístico es un crack, no tiene que ver). A ver qué responden los gringos, solo por curiosidad. Dejémonos de rodeos: si Asturias quiere salir de la decadencia, la única lengua 'cooficial' que le va a servir es el inglés. Y desde párvulos.
En esta tabla redonda, tenemos más 'asientos peligrosos'. Cuando yo terminé la carrera, una de las primeras decisiones que tuve que considerar fue marcharme de Asturias. Eso fue hace veinte años. Según tengo entendido, es una tradición que sigue fuertemente arraigada, al nivel del Xiringüelu. La última vez que estuve en Gijón asistí a unas mesas donde universitarios hacían preguntas a un escritor talludito, y a mí me interesaron más las interrogantes precisas e inteligentes de los chavales que las respuestas del gurú. La juventud es lista, la juventud está preparada, pero va a salir pitando hacia Madrid o hacia Europa. ¿Cómo se corta esa sangría?, ¿cómo se retiene el talento?, ¿cuál es la forma de atraer la inversión? Tiene que haber doctores en esta iglesia que proporcionen respuestas.
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En esa línea también está la despoblación, el problema demográfico (gordísimo). También se agradecería no tardar seis horas en llegar en tren de Madrid a Gijón, eso que se denomina 'cohesión territorial y conectividad'. A lo mejor ayudaría crear una gran hub 'Avilés-Oviedo-Gijón', y también poder juntar al Oviedo y al Sporting en un gran club que pudiera competir por la Copa de Europa (vale, sí, a veces se me va la mano con el Rémy-Martin: también soy personita). Resumiendo: el botín es de 140.000 millones. En los próximos tres años, España recibirá transferencias por valor de 71.600 millones a través de dos instrumentos: el Mecanismo de Recuperación y Resiliencia, y el React-EU. El objetivo es poner en marcha un plan nacional de reformas, crecimiento y transformación de nuestra economía en varias áreas. Todo muy guapo. La cuestión se limita a la cifra real que Asturias será capaz de rascar. Esto que les cuento es el guion, pero un texto no se basta a sí mismo, sino que necesita una puesta en escena, actuación, mímica, respaldo de música. Como decía Gene Hackman en 'El último golpe': no hay que ir ni a mear sin tener un buen plan. ¿Lo tiene Asturias?
Lo que también hay que tener en mente es aquella afirmación de Hegel de que la historia misma está pasando a un nuevo estado del ser (a él le tocó Jena y las guerras napoleónicas), y que el antiguo tiempo toca a su fin. Cualquier otro desideratio es autoengaño. Asturias y los asturianos hemos de ponernos las pilas en este desafío, porque aquí no hay amigos, sólo conocidos y saludados. Un refrán que me dijeron en Caracas lo resume mejor: 'quien respira, aspira'. En esta ocasión, ¿Asturias comerá jabalí o la atarán a un árbol como al bardo de Astérix?
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