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El Día de Asturias se festeja tres jornadas antes que la Diada. Dos celebraciones autonómicas bien diferentes. Desde el inicio de la democracia la clase política hizo una distinción discriminatoria, etiquetando como históricas a las tres regiones (Cataluña, País Vasco, Galicia) que habían aprobado su ... Estatuto de Autonomía en la Segunda República (Galicia sólo logró aprobar un anteproyecto y el Estatuto del País Vasco se aprobó en Valencia, en plena guerra civil).
Una distinción caprichosa y absurda creó dos categorías de comunidades sin base material para hacerlo. A partir de ahí el juego de las comunidades autónomas se llevó a cabo con una baraja de cartas marcadas: vías legales para alcanzar el estatus autonómico, techos competenciales, financiación.
Aunque hayan pasado cuatro décadas no está de más recordar que Asturias es mucho más 'histórica' que las tres regiones premium. Durante la Monarquía asturiana, la organización política, el sentido del territorio, el arte que se desarrollaba al amparo de la institución, no tuvo equiparación en las falsamente llamadas regiones históricas. En el siglo IX, el periodo más brillante de la Monarquía asturiana, Alfonso II expulsó a los musulmanes de los hoy llamados territorios históricos, Vasconia y Galicia, persiguió a los musulmanes hasta Lisboa, y con un sentido estratégico que nunca volvió a tener un gobernante en nuestra tierra, tejió una entente con Carlomagno. Solo con esto basta para despojarnos de complejos.
Lo cierto es que el pasado (habría que sumar las décadas de los ilustrados, la revolución industrial, etcétera) no nos ha servido de mucho para movernos como territorio en la España de las Autonomías.
Nacionalismo
Cataluña y País Vasco, guiados por poderosos partidos nacionalistas, fueron esculpiendo un sistema de reparto territorial de poder y recursos económicos que los sucesivos gobiernos centrales no fueron capaces de impedir. Ganaron la batalla de las emociones, impusieron el valor de las identidades y expulsaron al Estado de sus comunidades.
Asturias está encajada en un formato de comunidad uniprovincial del que obtiene escaso provecho en el Congreso de los Diputados: siete escaños.
En el último año hemos podido comprobar nuestro peso en el conjunto del Estado: la unidad de todas las fuerzas de la región en apoyo de la industria electrointensiva no dio el resultado apetecido; la alianza por las infraestructuras no ha cambiado los planes y calendarios de los equipos ministeriales.
Estatuto
Desde el inicio de la etapa autonómica hubo grupos muy minoritarios seducidos por la vía vasca y catalana del autogobierno. La actual iniciativa de reformar el Estatuto de Autonomía, dando rango de lengua cooficial al bable, va en esa línea. La novedad está en que ahora la fascinación por los efectos sanadores del bilingüismo seduce a los tres partidos parlamentarios de la izquierda (PSOE, Podemos, IU).
En Asturias no prendió el milenarismo. Los gestos sin contenido quedan en puro teatro. Nuestra gente es demasiado tolerante e integradora como para que brote la flor del nacionalismo.
No nos engañemos, Asturias necesita al Estado. Es más, cuanto más fuerte sea el Estado, mejor le irá a nuestra región. Si uno repasa la historia de los últimos 150 años se dará cuenta que es así.
Nuestra hoja de ruta debe ser la contraria. Necesitamos tejer alianzas con regiones que nos rodean para hacer frente a los efectos del debilitamiento del Estado. De esa forma superaríamos el formato de comunidad uniprovincial y podría haber políticas reequilibradoras. La balcanización de España sería la ruina de Asturias, empezando por los 300.000 jubilados.
En los últimos años se han dado pasos en la buena dirección, llegando a acuerdos con Galicia, Castilla y León y Cantabria. Hay que aumentar el número de socios del club, sumando a regiones como La Rioja o Aragón. Es mucho más progresista la etiqueta de unionista que de separatista. La prueba de fuego será cuando se discuta sobre el modelo de financiación.
Visibilidad
Hay un obstáculo que tenemos que superar solos: la visibilidad de Asturias. No me refiero a la dimensión turística, donde las imágenes son tan seductoras que se imponen solas.
Desde el inicio de la etapa autonómica tenemos escasa proyección política. No entiendo por qué son más conocidos en España los presidentes de Aragón o Extremadura, cuando Adrián Barbón tiene un discurso más sólido. El temor de nuestros jefes de Gobierno a proyectar una imagen presidencialista no nos beneficia.
La presión de los aliados nacionalistas sobre Pedro Sánchez ha hecho que el PSOE y el Gobierno hablen de la España multinivel.
Nada de negociación multilateral con todos los territorios representados. Eso queda para la foto de las conferencias de presidentes. La España multinivel supone reconocer que no todas las comunidades autónomas están en el mismo plano. La negociación bilateral se ajustará a las coordenadas de cada región. Habrá territorios de primera, de segunda…
Llegados a este punto resulta increíble que algunos partidos crean que los problemas de Asturias se resuelven con una reforma urgente del Estatuto de Autonomía. Ante la marea de insolidaridad necesitamos estrategias de grupo, nada de bucles melancólicos.
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