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El arte de la provocación

Rasgarse las vestiduras por el posible daño de un cuadro de Van Gogh, que en realidad nunca se produjo, tiene mucho de hipócrita. Imagino que él mismo tiraría más tomate ante la grave situación planetaria

Lunes, 31 de octubre 2022, 01:33

Matías Vallés en una columna publicada recientemente comenta que Ryoei Sato, que adquirió en subasta 'El retrato del doctor Gachet' de Van Gogh, pidió antes de fallecer que su cadáver fuese incinerado junto con la pintura. No sé si este acto incomoda a los lectores. ... Al fin y al cabo, se trataba de una propiedad privada. También puede ser visto como un abuso. Es decir, el intento de un coleccionista egoísta de privar a la humanidad del disfrute de una obra maestra, que -debería de ser así- nos pertenece, al menos un poco, a todos. A muchos les ha parecido mal (o muy mal o peor que muy mal o un acto de gamberrismo o una muestra de vandalismo inaceptable) que un grupo organizado, que ha tenido como cabeza visible a dos jóvenes, hayan escogido una copia de 'Los girasoles', también de Van Gogh, como diana para un truco publicitario -porque eso es lo que ha sido- en la National Gallery de Londres. Las dos activistas bañaron con salsa de tomate la cubierta de cristal que protegía la celebérrima pintura. Las activistas preguntaron a la audiencia si su acto era más terrible que el futuro que le espera a la humanidad debido al cambio climático.

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