La joya junto al loto
Cuando un profesional sanitario se entrega en sus cuidados porque se refleja en el enfermo, irradia confianza y calidez, que son tan necesarias como las medicinas
Armando Menéndez
Martes, 15 de abril 2025, 02:00
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Armando Menéndez
Martes, 15 de abril 2025, 02:00
Se dice que nos ofrece más confianza un testigo que un docto y yo solo puedo presentarme como lo primero, pues un médico del tercer ... mundo, como yo, trabaja desde la humildad de su experiencia, contando solo con los escasos medios y conocimientos adquiridos en mil batallas contra la pobreza extrema. Desde esa experiencia les quiero contar lo privilegiados que somos los asturianos. Iba a decir españoles, pero no me atrevo a comparar lo que desconozco en un país tan empeñado en distanciarse unos de otros.
'Om Mani Padme Hum', el mantra más conocido del budismo (especialmente tibetano), se traduce literalmente como, 'la joya junto al loto'. El significado más extendido es que la Verdad (la joya) la encontraremos en el Buda (loto). Las enseñanzas de este maestro que vivió en el siglo V a. C. constituyen la joya espiritual de millones de personas en el mundo.
No hace mucho que necesité asistencia médica urgente por un accidente tonto, pero de serias consecuencias, que me llevó al Hospital Universitario de Cabueñes de Gijón. A pesar de estar inmerso en el dolor, que te aísla de todo al acaparar toda tu atención, me vino a la cabeza el citado mantra, pero sin ninguna connotación espiritual, sino de reconocimiento. Súbitamente, fui consciente de estar ante unos profesionales sanitarios (de todas las escalas) que dan mucho más de 'sí mismos' de lo que ganan a fin de mes. Ese dar 'de sí' va más allá del compromiso profesional, es un compromiso humano que no se premia en la nómina, siendo ese trato cálido y cercano la 'joya' que disfrutamos como un privilegio único en el mundo (y llevo más de cuarenta años formándome o trabajando en hospitales tanto de países ricos, como el Lincoln Hospital de New York, como de pobres: el Yue Yang de Shanghái, Rumanía, Santo Domingo, Cuba, India y alguno más que se me olvida).
La 'joya' que poseemos todos los asturianos (y todos los que nos llegan de fuera) está junto a ese 'loto' que es la sanidad pública asturiana. Cuando tiremos piedras contra nuestro sistema sanitario, pensemos antes en los miles de administrativos, capellanes, conductores de ambulancias, auxiliares, técnicos, enfermeras y médicos hospitalarios y de Atención Primaria que no ganan todo lo que nos dan, porque no hay quien mida el trato humano salvo el que lo necesita cuando está tirado en una cama de hospital.
Se lo dice un testigo de mil guerras por salas de dolor y hambre por falta de medicinas y hasta de comida en mis ya muchos años por hospitales en los que pensé, como el poeta argentino: «…y Dios por aquí, no pasó». Recuerdo unos niños de un hospital de un país de cuyo nombre no quiero acordarme que me preguntaron: «¿En el cielo hay pan?». Un médico local, al escuchar mi respuesta como creyente, me intentó ofender diciéndome con ironía: «Ustedes los españoles son todos muy católicos, ¿verdad?».
«No, doctor –le contesté– no todos somos unos buenos cristianos. Yo, el primer desastre, pero tenemos que hacer que Dios exista para estos niños y para todos los pobres que están esperando por una cama ahí fuera. Todos los que dan mucho más de lo que se les paga por los que sufren hacen que Dios exista para esos seres humanos. Cuentan que cuando entraba la Madre Teresa de Calcuta en una sala de moribundos la estancia se iluminaba con una luz dorada.
Cuando un profesional sanitario se entrega en sus cuidados porque se refleja en el enfermo, irradia confianza y calidez, que son tan necesarias como las medicinas. No olvidemos el mantra: nuestra joya está en nuestros profesionales y en nuestro sistema sanitario único en el mundo, repito. Muchos opinarán que tiene que mejorar. Sí, con nuestro apoyo y comprensión; no dan más de sí. Que hay indeseables. ¿Y dónde no los hay? Que tenemos que exigir más a nuestros políticos y gestores sanitarios. Eso el día de las elecciones y participando en debates serios. No se cambia un sistema boicoteándolo ni insultando al personal sanitario.
Y, para terminar, un reconocimiento merecidísimo a todos los médicos de Atención Primaria que, en mi opinión, cargan con la parte más ingrata de toda la sanidad. Como compañero, y salvando las distancias, me considero un privilegiado trabajando entre los más pobres de la Tierra porque sus sonrisas, paciencia y gratitud hacen que merezca la pena todo el esfuerzo del que sea capaz mi ya cansado cuerpo.
Me despido con una copla de Atahualpa: «…al pobre mi canto doy, porque estoy en mi elemento y ahí valgo por lo que soy». Abramos los ojos y el corazón y cuidemos de nuestra joya.
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