La Universidad de Oviedo tiene un departamento de Historia Contemporánea que gozaba, y goza, de mucha fama en España. En esa misma ciudad, en un cuartucho de la última planta de la Delegación de Defensa, apiladas en decrépitas estanterías que amenazaban venirse abajo, estaban las ... causas de los consejos de guerra celebrados en Asturias durante el siglo XX. No hace falta decir que el que juzgaba era el poder por mano del Ejército, y a la que juzgaban era a la clase obrera. Aquella montaña de legajos había llegado hasta nuestros días, creo yo, porque en época del ministro Suárez Pertierra los necesitaron para justificar el derecho a las pensiones para los militares de la República. Del miliciano que cayó en la sierra o en el paredón, de ese no se acordó nadie.
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En pleno mandato de Aznar, apareció por aquella Delegación de Defensa un menda de Gijón, autorizado por el juez togado para investigar en ese archivo. Hubo algo de revuelo, pero los militares son cumplidores. Como a mí me gusta la Historia y las historias, pronto encontré allí para dar y tomar. Desde los jefazos: el coronel Franco Mussió, director de la Fábrica de Trubia, o Manuel Sánchez Noriega, 'el Coritu', o Higinio Carrocera, hasta gente corriente a la que querían fusilar por tocar la Internacional con la gaita en un entierro o por pasarse a zona roja con la familia y las vacas y toda la reciella. ¡Qué lástima que todavía no hubiera leído entonces a Svetlana Aleksiévich! Me hubiera servido de guía y estímulo.
La historia de la humanidad es la historia de la guerra, y todas las guerras son terribles. Hay miles y miles de libros sobre la última guerra civil española, pero muy pocos o ninguno cuentan lo que tuvo que aguantar el marinero de un destructor de la Flota en la base de Cartagena, bombardeada a diario, o los que salían de Gijón en lanchas de pesca a limpiar de minas los canales de entrada al puerto de El Musel, o el que escapó de Asturias por el monte, llegó a Santander, se apuntó a la Legión y en el frente del Tajo, cruzó el río a nado y se pasó para seguir luchando con los rojos. ¿Qué hay de los que llegaron a Irún en coche para defender la frontera? ¿Y de los que aguantaron en Peña Blanca, en el Cuera, hasta el último minuto? Por eso, cuando el Gobierno de Zapatero aprobó la llamada Ley de la Memoria Histórica creí que sería un avance para acceder a documentación vedada hasta entonces, y también para quitarle el miedo a la gente a hablar. Pero luego se vio que los que durante décadas no quisieron saber nada del tema, empezaron a utilizarlo en la batalla política entre partidos.
Con Ley de la Memoria Histórica o sin ella, el interés político por facilitar la tarea de los historiadores es nulo. Los archivos militares están en Ávila, en Ferrol, en Viso del Marqués... ¡Y abren a las nueve y cierran a las dos! ¡Media jornada! Muy poco se avanza en la digitalización y en la elaboración de índices. Todas las causas de los consejos de guerra de la Región Militar Noroeste (Galicia, Asturias, Castilla y León, País Vasco y La Rioja) acabaron en un castillo en Ferrol, y porque no encontraron otro más lejano. ¿Cuántos soldados licenciados podrían encontrar una ocupación en esas tareas? ¿Cuántos jóvenes universitarios podrían investigar en los archivos rusos, polacos, alemanes, ingleses, franceses, italianos...? La investigación histórica también es investigación. En la guerra de España hubo mucha trastienda y sabemos muy poco de ella.
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PD.- Tuit para el señor Barbón: Visto lo que ocurre en la capital de la Costa Verde, ampliación de El Musel sin barcos, regasificadora sin gas, túnel del metrotrén sin metrotrén, depuradora precintada, estación itinerante del tren... ¿No cree que debería decretar el estado de alarma por tontuna e intervenir los ayuntamientos de Mar y de Tierra? ¿Cómo va la excavación eterna del Pozu Funeres?
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