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España se está transformando. No podemos por ello temer al futuro, el futuro está en nuestra unidad (…) en creer y ser optimistas, y así hacernos dignos de las generaciones que nos sigan». La frase, pronunciada el 24 de septiembre de 1957 y recogida por EL ... COMERCIO, es parte del discurso del entonces jefe del Gobierno -y del Estado- con motivo de la inauguración del primer horno alto de Ensidesa. Recalca el empujón que para la «clase media suponen estas grandes factorías y las empresas y empeños que estamos llevando a cabo por todo el país», así como «la unión de la empresa estatal y la particular(…) buscando la mejor solución a los problemas (…) como una de las bases más firmes de nuestro futuro». Frases que, como ecos de 64 años atrás y a modo de 'déjà vu', resuenan en el discurso ofrecido por el actual huésped de la Moncloa en su reciente visita a Asturias, aunque actualizadas a la jerga contemporánea, tal y como de nuevo recoge este periódico: «Transformación industrial», «crear empleo de alta cualificación», «los PERTE como instrumento para la modernización económica». Y, por supuesto, siempre con el horizonte de una descarbonización que en 1957 nadie se planteaba.
Es cierto que Ensidesa supuso un hito en la historia económica de Asturias. Su magnitud de 'catedral de acero' la convirtió en un tótem para los asturianos. Parafraseando el célebre aserto, podríamos decir que en el Principado estamos convencidos de que, 'si Ensidesa (Arcelor) se resfría, Asturias se constipa?.
La paradoja es que casi en el momento en que se inaugura Ensidesa, Asturias comienza su declive. En el mismo discurso de 1957 se advierte de que «la autarquía (…) ha quedado muy atrás (…) y hay que salir a exportar al Mercado Común (…) como hacen las naciones que sostienen su economía en las exportaciones». En efecto, 1956 representa el apogeo del Principado que, amparado, como el País Vasco o Cataluña, en un proteccionismo que venía de un siglo, registra su pico de producción de carbón, a la par que inaugura la Laboral o pone en marcha plantas de energía eléctrica, planes de vivienda, hospitales… En ese momento, es Asturias la quinta o sexta provincia más rica de la nación. Pero el giro económico de esos años desampara a Asturias. que en 1963 cae a la novena posición. En 1973, Sadei alerta de que Asturias es la provincia que menor crecimiento económico ha registrado durante los años sesenta, terminando la década como la decimoséptima en riqueza por habitante y advirtiendo del riesgo del monocultivo siderúrgico.
En 2021, y pese al drenaje continuado de población durante el último medio siglo -y que no es sino una forma de ajuste natural del nivel de vida- Asturias es la decimonovena en la clasificación. Pero lo más inquietante es que si llevamos años alertando del empeoramiento de algunos indicadores -ocupación, creación de empleo cualificado-, siempre se aducía que otros, como la pobreza o la igualdad, se mantenían a raya, entre los mejores de España, como consecuencia de la acción de las políticas públicas. Pagadas, claro, captando rentas foráneas, tanto, nacionales como europeas. Sin embargo, los datos recogidos por la última edición de la Encuesta de Condiciones de Vida o las que realiza la Fundación Foessa, que manejan datos precovid, muestran cómo desde mediados de la pasada década se ha enquistado un considerable incremento de la pobreza y la desigualdad en Asturias, que pasa de ser la cuarta región con menos pobreza a ser la undécima sobre 17. Y, según las estimaciones de Iseak, el Principado sería la comunidad con mayor desigualdad de España.
Los resultados no parecen fruto del error muestral, como sucedía con algunos dientes de sierra de estos indicadores hasta hace algunos años; tampoco de cambios metodológicos o de meras casualidades. Todo apuntaría a una tendencia consolidada, fruto multicausal de una productividad insuficiente, que se traduce en baja intensidad de empleo -primer factor de desigualdad y pobreza-, escasez de empleos cualificados y bajos salarios, en contraste con una amplia clase funcionarial cualificada y bien pagada, a la que se añaden una élite empresarial y profesional, así como empleos cualificados en la industria, todavía significativos, y numerosos pensionistas con notable poder adquisitivo. Pero los recursos públicos ya no dan más de sí para enmascarar esta situación.
La reconversión de la factoría de ArcelorMittal en Asturias, junto a la vasca, hacia lo verde, será condición necesaria, pero no suficiente, para revertir esta situación. Sin duda, y más allá de los recelos que pueda suscitar la condicionalidad de la acería a la aportación de fondos públicos, o su impacto sobre el empleo -es posible que ocupe más mano de obra en su fase de montaje que en la operativa-, estamos ante una buena noticia. La Ensidesa/ArcelorMittal, tótem de la industria asturiana, sigue adelante. Quizá reducida, con menos empleo, con dinero de todos, pero seguirá en marcha, ahorrándonos el temor a perder, más allá de lo simbólico, una parte significativa de nuestra producción.
Pero el empeño para enderezar la situación económica y, ahora también la social, de Asturias, requerirá esfuerzos titánicos que desbordan con mucho la acería o la captación de rentas. Tampoco bastará con poner en marcha fábricas de hidrógeno verde, aprovechando que disponemos de electricidad sostenible y, sobre todo, agua, al modo que se hizo durante los años 50 con Grandas de Salime y otras plantas eléctricas que alimentaron Ensidesa. Ni con esa 'economía de los mayores'. Ni con ese cluster biosanitario que no acaba de arrancar. Asturias debe, además exportar, cumpliendo el objetivo de 1957, debe atraer inversiones que apuntalen la puesta en marcha de muchos recursos desaprovechados: desde ese sector agroalimentario (y forestal) que no acaba de cuajar más allá de media docena de grandes empresas, y que debería fijar población en nuestro medio rural y nuestras villas, a esa universidad menguante, carcomida por la burocracia y la falta de incentivos a la investigación y a la colaboración con empresas. Y, por supuesto, esas administraciones públicas que suponen casi un cuarto del empleo y que, en la estela de Estonia, podrían tirar del desarrollo de las TIC: trámites administrativos, datos, tecnologías de la movilidad….
En definitiva, Asturias está al borde del colapso social y económico. Y carece de recursos públicos para paliarlo. Si Ensidesa, en 1957, parecía que nos iba a llevar al futuro, y no lo hizo, siquiera en términos comparativos -aunque cabe pensar qué hubiera sido de Asturias sin ella-, debemos evitar que en 2021 ArcelorMittal sea una buena noticia aislada. Se trata de superar el monocultivo consolidado durante los años 60, complementado ahora con el administrativo y algo de turismo, diversificando y reforzando sectores económicos más productivos, evitando el regreso, digitalizado, a un mitificado paraíso/aldea perdida por la industrialización de finales del XIX.
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