López Otín inició una conferencia, a la que asistí, con la siguiente indicación a los presentes: «Mire primero a quien tiene a su derecha y ... después, a quien tiene a su izquierda. Uno de los dos, o usted, acabará teniendo cáncer». En realidad el brillante investigador, y admirable divulgador, nos estaba indicando que una de cada tres personas acabaría teniendo cáncer a lo largo de su vida. Espero que mis dos vecinos de butaca de aquella conferencia se libraran, porque a mí sí me tocó.
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Y, además, en el páncreas, que es no es el más liviano, precisamente. Este hecho me obligará a relajar mi actividad política, a tomarme la vida con más calma, a cultivar las amistades que realmente aprecio y a agradecer a mi familia todos los desvelos que a ellos también les traerá la enfermedad.
Sobre todo, a Luisa, mi mujer y compañera devota. Cuando el pasado mes de octubre nos comunicaron el diagnóstico ella quedó más impactada que yo en un primer momento. Poco después ya había cogido las riendas del problema, convirtiéndose en una enfermera tan diligente como servicial y atenta. Este cáncer se convirtió ya en asunto de los dos. Y ella, en el mejor apoyo que pudiera desear. Así que allá vamos a gestionar juntos este trance.
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