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El pasado jueves se celebró el Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia. EL COMERCIO conmemoró la efeméride con una videoconferencia de la química Ana María Fernández Cueto, que se pudo seguir desde la página web del diario. Me sumo a esta ... celebración. Me centraré en la historia de las matemáticas, mostrando el papel que las mujeres han tenido y tienen en el desarrollo de esta ciencia.
El pasado, hábilmente manipulado por un patriarcado caduco, ocultó la relevancia que se merecen. Es necesario que desde todos los ámbitos, tanto educativos, como sociales e informativos -yendo más allá de la celebración de un día concreto- demos a conocer estas 'Antígonas' de las ciencias. Las mujeres, a lo largo de la triste historia marcada por el poder del patriarcado, siempre se definieron por sus relaciones con los hombres. Fueron esposas, hijas, madres o hermanas de... y se les anuló la posibilidad de firmar importantes contribuciones y trabajos en el campo del conocimiento y en otros espacios públicos. Se las apartó de un desarrollo personal y colectivo, reduciéndolas al papel de cuidadoras del marido y de los hijos, a la procreación y a ser amas de casa; en otras palabras, a vivir para los otros y renunciar a ser ellas mismas. Por eso, se dice que 'anónimo ha sido nombre de mujer'. Va siendo hora de que 'anónimo' deje de ser nombre de mujer. A nada que investiguemos veremos que se las privó de tener voz independiente y libre y hubo hombres que se apropiaron de sus creaciones. Se denomina 'efecto Matilda'a no reconocer los logros de las mujeres científicas y atribuir el fruto de sus trabajos a sus colegas masculinos. En realidad -como mostraré con algunos ejemplos-, desde la antigüedad han contribuido al desarrollo de las matemáticas. A pesar de opiniones tan poco atinadas como las escritas por el filósofo ilustrado Rousseau, que en su libro 'Emilio o De la educación', dice: «La búsqueda de las verdades abstractas y especulativas, de principios o axiomas en las ciencias, no es de la incumbencia de las mujeres; sus estudios deben remitirse a la práctica; a ellas corresponde hacer aplicación de los principios hallados por el hombre (...) En lo tocante a las obras de genio, éstas superan su capacidad; tampoco tienen suficiente precisión y atención para triunfar en las ciencias exactas. Es preciso que con sus palabras; con sus acciones; sus miradas; sus gestos; ella sepa darle los sentimientos que a él le agradan». Qué equivocado estaba.
Sin ir demasiado lejos, la norteamericana Karen Uhlenbeck ganó el Premio Abel 2019. premio que se creó en el año 2002, en memoria del matemático noruego Niels Henrik Abel, considerado el galardón equivalente al Nobel de matemáticas. Karen ha desarrollado su trabajo en el área del análisis geométrico y sistemas integrables. Lo que ha permitido entender el fenómeno conocido como 'bubbling o pompas de jabón'. Consiste en «reducir al máximo la energía que gastamos con un determinado movimiento del cuerpo y estudia el momento en el que el gasto de energía es mínimo». Su teoría se aplica para calcular trayectorias de satélites o controlar sus movimientos. En la entrega del premio, la Academia destacó que Karen es un modelo para las vocaciones científicas de las niñas. Es la creadora del programa 'Mujeres y matemáticas', cuyo objetivo ha sido, desde 1993, formar a mujeres para liderar la investigación en matemáticas.
Karen Uhlenbeck pertenece a la actualidad y las cosas afortunadamente han cambiado, pero citaré a varias mujeres que desde tiempos ancestrales han jugado un importante papel en las matemáticas. Si nos retrotraemos a la antigüedad, en la escuela pitagórica sobresale Teano, que según parece fue la mujer de Pitágoras cuando este ya era mayor, y se le atribuyen algunos escritos sobre la proporción áurea. Cómo no citar a Hipatia de Alejandría, que escribió, entre otras cosas, el 'Comentario a la aritmética de Diofanto' y un tratado sobre las cónicas de Apolonio. Fue hija del matemático Theon de Alejandría. En el Renacimiento podemos destacar a Laura Ceretta, una gran humanista a la que acusaron de plagio y atribuyó a su padre todo lo que ella había escrito.
Se me acaba el margen de la tribuna. Terminaré citando a las astrónomas Sophia Brahe (1556-1643), asistente de su hermano mayor Tycho Brahe, creador de las 'Tablas rudolfinas'; María Cunitz (1610-1664), que encontró errores en las tablas de Kepler y Elisabeth Hevelius (1647-1693), que destacó en el estudio de los cometas que sirvieron posteriormente a Halley en sus investigaciones. Mary Everest Boole (1832-1916) inventó la 'geometría de la secuencia', para ayudar a los niños a comprender la geometría. Emmy Noether (1882-1935) demostró el teorema que lleva su nombre y aportó contribuciones fundamentales en álgebra, en la Teoría de Anillos. Sin embargo, no consiguió ningún puesto en la Universidad de Göttingen, no pasó la prueba de habilitación ya que, según las leyes de 1908, sólo podía ser concedida a hombres. Y tantas otras, que darían para hacer un tratado. Es importante pensar dónde estaríamos ahora si no hubiesen sido mujeres anónimas en la cultura de su tiempo.
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