Cuando la reina Isabel II soltó este latinajo, quienes ignoraban ese latín ya esfumado del bachillerato pensaron que la reina hablaba de su horrible trasero o ano, retaguardia vapuleada por el tiempo, eso que el cómico Joaquín Reyes llama culo carpeta. Pero no. La vieja ... reina no hablaba de sus posaderas, ni del pesar por su hijo y duque de York, que le está costando millones el exonerarle de sus implicaciones en redes de pedofilia. Elisabeth Two es, vean la serie televisiva The Crown, una mujer tan mortal y tan humana como usted o yo, y con lo de 'annus horribilis' se refería a sus dramas anuales, al divorcio de la princesa Ana, al escandaloso 'Tampongate' palaciego montado por el trío Camila, Diana y Charles, al incendio del Palacio de Windsor y a otras decepciones. Se dolía de la retaguardia, claro, que la política es cosa muy cruel, coloca al profesional de ella en un escaparate o candelero, y le despoja de toda intimidad. Basta con que algún personaje público meta el índice en la nariz para sacar bolitas de moco, o se rasque las ancas en la tribuna del desfile del Día de la Raza, para que cualquier fotógrafo anónimo registre el dato y lo difunda, que pronto un coro de correveidiles hará mofa de ello y mellará dignidades. Buenos son los tuiteros, 'hidepús' que a todas horas andan a la que salta.
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Por eso el buen político debería mantenerse siempre un pelín distante, opaco e hipócrita, en covachas sin ventanas, con al tafanario bunquerizado por faja constrictor. Y sin fiarse tampoco de aquellos a los que Andreotti describió como «enemigos a secas, enemigos mortales y compañeros de partido». Que le pregunten por tales colegas al Casado del PP o a la Ayuso, ambos ahora con el 'annus horribilis' al aire por culpa de las maniobras mafiosillas de sus Alfonsos Guerra personales, como ese Teodoro de Murcia, de 'theos', dios, y 'dorón', regalo. El Teodoro, perverso regalo de algún dios malévolo, anda ahora suscitando letanías de blasfemias entre sus propios correligionarios, que tampoco perdonan que desde el interior de Génova 13 se haya dado luz y taquígrafos a una mala praxis, preñada de tintes chantajistas.
Menos mal que parece que vuelve a aparecer un Mesías por Galicia, región exportadora y madre de la genuina cultura del subibaja por escaleras de ida y vuelta. Galicia ha suministrado grandes próceres, uno tan gallego como Rajoy, y otro, aquel sabio de El Ferrol de Sí Mismo, apodado Paquita la Culona, que a un militar que dudaba de su capacidad para desempeñar con éxito labores ministeriales que le encomendaba, le aconsejó: «Usted entre. Pero luego, ya dentro, haga como yo. No se meta en política».
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