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Ya dijimos en más de una ocasión que en este país tal parece que la economía va por un lado y la política por otro, ... hasta tal punto de que la imagen que transmite España es totalmente distinta en ambas facetas. Somos la locomotora económica europea y el territorio de las grandes oportunidades empresariales y al mismo tiempo el espanto del continente por la obsesiva entrega de los dos principales partidos a sus compañeros de viaje del extremo ideológico y del activismo nacionalista. ¿Es una paradoja? ¿Cabría preguntarse si estamos ante un trampantojo? ¿O la gestión del Gobierno en el campo económico está siendo realmente impecable?
Las últimas proyecciones de la OCDE sitúan a España como el país del mundo desarrollado que más crecerá este año y el próximo. El organismo, en la revisión de sus pronósticos, que incluyen el preludio de la guerra comercial, ha mejorado en tres décimas la previsión de incremento del PIB nacional para el ejercicio en curso, hasta el 2,6%, y en una décima para 2026, hasta el 2,1%. Las perspectivas son de lejos más favorables que las que vaticina para el resto de los estados de la eurozona. El crecimiento español será más del doble de la media europea. La previsión en Alemania se sitúa en el 0,4%; en Italia, en el 0,7%, y en Francia, en el 0,8%. Al Reino Unido le atribuye un aumento del 1,4%. Además, la batalla arancelaria emprendida por la Administración de Donald Trump pasará factura a los propios Estados Unidos y a sus vecinos de México y Canadá, a tenor de las cifras que augura la institución. Los tres experimentarán también incrementos por debajo de los nuestros.
Y ante esa ralentización global, ¿dónde están las claves para que aquí tengamos un mejor comportamiento que en el resto de los lugares más desarrollados del planeta? El primer ingrediente es el fortísimo tirón del turismo, disparado desde el final de la pandemia, que está provocando un efecto dinamizador en otras actividades. Es el caso del inmobiliario, reforzando este país como destino de preferencia internacional. El sector turístico sigue poniendo de manifiesto la hegemonía de España como potencia.
Otro factor relevante es el elevado gasto público, principalmente por la vía de los fondos europeos, cerca de 35.000 millones de euros, que están permitiendo la movilización combinada de dinero de las administraciones y del sector privado, inyectando recursos a la economía. El tercero, la dinamización del mercado laboral. España encabeza igualmente la lista de creación de empleo en Europa. En el último año se generaron casi medio millón de puestos de trabajo y la afiliación a la Seguridad Social sobrepasa los 21,2 millones de personas. La inmigración está protagonizando la contratación. Está entrando más población extranjera, que ofrece mano de obra disponible a un coste menor. Y por último, toda esa situación está llevando también a un incremento notable del consumo privado. El bajón de los precios de la energía después de la escalada en el estallido de la guerra de Ucrania y la contención de la inflación está dejando algo más de margen a los ciudadanos para gastar.
Es cierto que el crecimiento no está llegando como es debido a toda la sociedad. El PIB per cápita no está creciendo al mismo ritmo, los salarios aún necesitan mayor recorrido para ganar el poder adquisitivo perdido desde antes de la crisis del coronavirus y siguen existiendo grandes bolsas de desigualdad y de pobreza. Pero no es lo mismo navegar en la incertidumbre partiendo de un parón que hacerlo, como lo venimos haciendo, con las perspectivas que ofrecen estos indicadores. Hasta se puede pensar que el objetivo del rearme que se está planteando se podría llegar a conseguir sin tener que tocar las partidas que mantienen el estado de bienestar.
En Asturias, por el contrario, la situación es diferente. Según los pronósticos, estamos condenados a continuar siendo vagón de cola del convoy, aun beneficiándonos del tirón experimentado por el país en todos los aspectos comentados: en el turismo, en la inversión derivada de los programas Next Generation, en la inmigración, si cabe más que necesaria que nunca, y en el gasto privado. Pero el estado crítico del sector industrial impide alcanzar la velocidad que experimenta el país.
Es más fácil vender la marca verde del paraíso que verdificar la chapa. Los últimos planes de Bruselas para la reindustrialización de Europa, la protección del acero o el impulso a la fabricación armamentística abren un camino hacia la remontada, pero los plazos manejados para ejecutar las medidas deberían ser mucho más cortos. Seguimos teniendo un problema de 'reprise'. Entre cero y cien, acabaremos apagando el horno alto.
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