Si cerramos los ojos y hacemos un ejercicio de retrospección, para regresar a los años noventa y rememorar la situación económica y social que vivíamos entonces nos volveríamos a encontrar con los mismos problemas en las empresas que siguen protagonizando espacios de la información en ... Asturias. La región indudablemente ha sufrido una gran transformación, quizás más estética que de fondo, pero el estado de reconversión permanente no tiene fin, se va sucediendo de crisis en crisis y cuando se logra acometer un ajuste empieza a brotar la siguiente convulsión, que puede aparecer por diversas causas aunque las vicisitudes acaban siempre confluyendo en la sobrecapacidad y los altos costes, en la lenta agonía y en la debilidad financiera.

Publicidad

Se repite la historia. Arcelor, Hunosa y Duro Felguera continúan siendo foco de atención como hace treinta años cuando se enfrentaban a las durísimas reestructuraciones en los tres sectores, que llevaron a la convocatoria de la primera huelga general en Asturias de la democracia. El peso en el PIB y en el empleo era distinto al de ahora. La ocupación laboral era seis veces mayor que la que suman las tres compañías en la actualidad y la fuerza sindical carece de la llama que tenía por aquella época, pero sus estornudos continúan provocando impacto, en algún caso más de corte psicológico, en una región donde aún no está claro el rumbo industrial y a la que se le van acumulando deberes.

En la siderurgia irrumpe el debate del troceamiento con la entrada en escena de «otros agentes» que instalen la planta de prerreducidos de hierro que desecha Arcelor por inviable, para garantizar de esa manera la producción integral de acero en Asturias. El negocio a cachos y el horno eléctrico que se construye en Gijón como solución de futuro habían sido rechazados en los años de la 'Marcha de hierro', cuando en esta región se veía la solución de Sestao como una demonización. Alguien puede pensar hoy si de aquella nos habíamos equivocado. Lo que no parece un vaticinio erróneo es el redimensionamiento que sufrirá la siderurgia asturiana en cinco años por el proceso de descarbonización. Acabará siendo la mitad de lo que representa en la actualidad.

En Hunosa, sus cuatrocientos cincuenta trabajadores de los más de veinte mil que llegó a tener la compañía pública hace tres décadas protestan estos días, a las puertas de Navidad, porque la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI) tumbó el acuerdo alcanzado con la dirección sobre el plan de futuro. El plan en realidad vuelve a reducir la dimensión de la legendaria compañía, transformada en una empresa de servicios medioambientales y energéticos, que mantuvo prorrogada la vida de su último pozo, el San Nicolás, más de lo esperado.

Publicidad

Con el cierre de la explotación se entierra definitivamente la minería en las cuencas, que tanta riqueza aportó a las zonas cuando el carbón era el oro regional, sin sustituto posterior. La agonía hullera se llevó miles de millones mal administrados a tenor de los resultados. Los territorios siguen sumidos desesperadamente en el declive económico y social, buscando un nuevo dorado, después de ser anestesiados por una lluvia de dinero que fue quedando sepultado. Ahora la esperanza es China, que ha puesto su mirada en Mieres y Langreo con la intervención del Partido Comunista de España. Muy mal anda la cosa cuando tiene que ser el PCE el que trabaje para intentar salvar con algún proyecto unas comarcas tan luchadoras.

Y el caso de Duro Felguera, otra vez en preconcurso, pone de manifiesto que la política de rescates llevada a cabo por la Administración central no está siendo acertada. No solo es arreglarlo con la inyección financiera en el momento concreto, sino que luego hay que hacer el mejor de los seguimientos para que la empresa discurra por el cauce correcto. No fue así en la Duro, pues no se entiende que se hayan venido tomando decisiones en la empresa que volvieran a deteriorar su balance, con la SEPI en su máximo órgano de gobierno con capacidad para decir sí o no.

Publicidad

Si alguien tiene la mayor responsabilidad para sacar al grupo empresarial asturiano de la crisis en la que ha vuelto a caer es, precisamente, la parte pública que permitió el desaguisado en estos tres años desde que obtuvo el soporte de 126 millones de las arcas de la Administración central y del Principado. El actual accionista mayoritario, la alianza luso-mexicana Prodi y Mota Engil, entró cuando la sociedad se estaba de nuevo tambaleando. Ahora bien, la solución no puede seguir siendo la socialización de las pérdidas. La compañía tiene que encontrar el camino para mantenerse viva otros treinta años más por la vía privada. Y, eso sí, con el respaldo político y social que cualquier empresa debe reunir cuando la situación ahoga.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

3 meses por solo 1€/mes

Publicidad