Hace cuatro años, Iberdrola ponía fin a la central térmica de Lada después de sesenta años produciendo electricidad en la comarca del Nalón para iniciar su desmantelamiento al calor de una transición energética acelerada. El pasado 20 de diciembre, Naturgy volaba la torre de refrigeración ... de la central de Soto de Barca, víctima de la descarbonización. Ambos emplazamientos son ahora una explanada de hierros y escombros sin destino claro, pendientes de una alternativa que no acaba de llegar para hacer justa una reconversión alocada, discriminatoria y fatalmente gestionada.
Publicidad
En Asturias, en España, salimos con fuerza para situarnos rápidamente en la cabeza de la carrera por la transformación del modelo energético para combatir el cambio climático con emisiones cero y nos estamos dando de bruces en la competición. Vamos directamente encaminados a convertirnos en los campeones de un fracaso por una política industrial disparatada, con una planificación errónea, más estética que de fondo, ejercida de manera atropellada y obstaculizadora, cuyos resultados están siendo nefastos para el desarrollo del sector, hasta el punto de que en lugar de favorecer la reindustrialización lo que está provocando es lamentablemente lo contrario, el desierto fabril, el hundimiento productivo y una mayor pobreza social. ¿De qué sirve que seamos los líderes de la energía verde si luego no tenemos quien la consuma por la asfixia de costes a la que se está sometiendo a las empresas? ¿De qué vale imprimir velocidad si finalmente lo que tenemos muere ahogado por el camino por falta de asistencia? Aquellos que acusan de negacionistas a quienes cuestionan la forma de llevar a cabo este tránsito solo demuestran con la respuesta su ceguera ante la evidencia.
Es incontestable el carácter estratégico de la gran industria electrointensiva asturiana y específicamente de la siderurgia. Pero esa condición únicamente se puede preservar si es capaz de competir en un mercado globalizado. La paralización del proyecto más relevante del 'plan verde' de Arcelor responde a las dificultades que la compañía está encontrando para fijar la viabilidad de una inversión multimillonaria que garantice la supervivencia de la actividad en ese mundo global.
Cuando la familia Mittal y el Gobierno de Pedro Sánchez firmaron en 2021 el protocolo para transformar la factoría de Gijón en una siderurgia de bajas emisiones se pusieron sobre la mesa tres premisas todavía pendientes de cumplir: Una financiación suficiente, la viabilidad del nuevo modelo de producción que se establecía y la reducción de los costes energéticos. Todas esas condiciones siguen en el aire. La Administración central tiene reservados 450 millones de euros en ayudas para el proyecto ideado por la multinacional, pero la inversión conforme va pasando el tiempo requiere mayor desembolso de lo que la empresa estimaba hace tres años. El sistema productivo a partir del suministro de hidrógeno verde aún no tiene la madurez suficiente para garantizar la rentabilidad esperada. Y la tercera condición, el coste de la electricidad, sigue siendo el gran impedimento para elaborar acero a un precio adecuado.
Publicidad
En estos cuatro años, Arcelor ha ido adaptando su estrategia a las oscilaciones del mercado, a la crisis geopolítica y también a las facilidades halladas en aquellos emplazamientos donde fue planteando actuaciones como la que ideó en Gijón. Una estrategia que tiene de fondo su repliegue en Europa para ir concentrando su fabricación en Asia y América, donde las restricciones medioambientales son más laxas, el abastecimiento de materias primas y de energía, más ventajoso, y el coste final de producción infinitamente más bajo. Así, la compañía arrancó ya en Canadá el mismo plan que proyectó en Asturias. México, Brasil y Argentina están también en la agenda. Y a principios de este mes, anunció la construcción en la India de la mayor factoría siderúrgica del mundo, con seis veces más de capacidad de la que aquí tenemos. Competir con esos entornos se antoja cada vez más difícil, pero lo más inquietante es que ni siquiera lo podamos hacer en el propio continente europeo, cuando la multinacional aplica un ajuste permanente, en fase de retirada, con apagones de cabeceras sin garantías de continuidad. En Francia acaba de firmar la construcción de una planta de reducción de mineral de hierro con hidrógeno y dos hornos eléctricos en Dunkerque con un precio energético tres veces por debajo al que paga en España. En Bremen, Alemania, el proyecto verde está mucho más avanzado por el apoyo del Ejecutivo germano y los pactos de suministro.
Hace unos días, el portavoz de la Alianza de la Competitividad de la Industria Española, Carlos Reinoso, advertía sobre la 'deslocalización silenciosa' al referirse a aquellas empresas que dejan de invertir en determinados enclaves mientras lo van haciendo en otros lugares. Asturias sigue siendo víctima de ese proceso. Ponerle freno es responsabilidad del Gobierno, aunque tiene que existir voluntad por todas las partes. En algunos despachos ya se está hablando de alternativas, incluida la venta, para evitar el riesgo mayor de cierre o que esto acabe en solo una acería eléctrica, como Sestao. En Italia se plantea la nacionalización. No sé cuál será la mejor solución.
3 meses por solo 1€/mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.