El 22 de agosto de 1792, Gaspar Melchor de Jovellanos enviaba una carta al magistral Carlos González Posada en la que se entresacaba el siguiente comentario: «Nadie tiene menos apego que yo a Oviedo, nadie conoce mejor lo poco que vale, pero no por eso ... condeno a real barredera cuanto encierra». El prócer gijonés respondía con esta declaración sarcástica a las voces que se alzaban en la capital contra la creación del Instituto Asturiano en Gijón. Allí se entendía que un centro de enseñanza de las características que promovía el ilustrado podía ensombrecer a la Universidad, invadida entonces por el pensamiento escolástico que, a juicio, de Jovellanos no era combinable con el espíritu geométrico que quería darle a la educación. «Que los clamores no sean capaces de oprimir la razón», decía, frente a los ataques de la institución universitaria y de la Iglesia, que llegó a poner al centro bajo la vigilancia de la Inquisición.

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El rector de la Universidad, Ignacio Villaverde, en el acto de conmemoración de Santo Tomás de Aquino, habló preocupado de otra fiesta, la que percibe que se está celebrando con el aterrizaje de las universidades privadas en Asturias. «En estos tiempos que se jalea, no sin cierta frivolidad, la emergencia desenfrenada de universidades nacidas de la legítima iniciativa empresarial privada, permítanme que diga que éstas se presentan como muy modernas y audaces, plegadas a las necesidades del entorno y desbordantes de novedades. Pero les aseguro que universidades como la de Asturias seguirán siendo las que aporten conocimiento de vanguardia y alto valor». Indudablemente tiene que ser así.

El rector, el primer gijonés desde Torcuato Fernández Miranda que ocupa la más alta representación universitaria de la región, no se había mostrado hasta el momento tan inquieto por el desembarco privado. Y la inquietud que padece ahora es por «La algarabía generalizada de cierto sector socioeconómico». En el siglo XVIII, los malos vientos para la decimonónica universidad ovetense provenían de quienes seguían a John Locke casi a escondidas. Ahora, resulta que proceden de quienes sostienen que en esta región pueden convivir perfectamente lo público y lo privado.

El rector llama a la demonización con un arma peligrosa cuando apela a la falta de orgullo y de protección a la Universidad de Oviedo. La institución tiene un plan de financiación hasta 2028 con más de 1.000 millones de euros procedentes de las arcas del Principado, sin incluir las ayudas a la investigación o al estudiantado. Cariño por ahí no parece que le falte. Ni tampoco se han escuchado posiciones que quieran restarle excelencia a la institución pública, sino más bien al contrario.

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La Universidad sigue siendo víctima de los caciquismos de antaño y del anquilosamiento. Son males que arrastra como bola de hierro encadenada en su avance. Está condenada por unas infraestructuras ineficientes y por sus propias carencias.

En Gijón, lleva una década planteando la instalación de una residencia de estudiantes. Cuando se construyó el HUCA se proyectaba establecer en su entorno el gran campus de la salud. Aquello fue convertido en un aulario dentro del propio hospital. Y el sello del campus de excelencia internacional logrado hace quince años se quedó en nada.

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Este pasado jueves, la Universidad de Nebrija oficializaba en Avilés la apertura en Asturias de un centro adscrito que inicialmente impartirá el grado de Enfermería y la enseñanza de español a extranjeros. La intención es comenzar en el próximo curso 2025-2026, pero la decisión está en manos del Principado. «Con este proyecto todos ganamos», dijo la alcaldesa socialista Mariví Monteserín en la presentación de la llegada de la institución académica que dirige el catedrático asturiano José Muñiz.

El aterrizaje de la Nebrija supone un hito en la historia universitaria de Asturias. Es la primera entidad privada que se instala en la región. Hasta esta semana, la comunidad autónoma era de las pocas que no tenían ninguna universidad de estas características. Solo quedan Castilla-La Mancha, Extremadura y Baleares.

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Más ambicioso es el proyecto de la Universidad Europea en Gijón. A expensas también de la autorización del Gobierno regional, la Europea quiere establecer su campus en la ampliación de la Milla del Conocimiento. El Ayuntamiento iniciará en pocas semanas la urbanización de la Pecuaria donde se ubica la parcela.

Es ridículo pensar que ambas universidades vienen aquí para competir con la pública. Su negocio, precisamente, está basado en cubrir la demanda y los huecos en el conocimiento que deja la universidad convencional. Actúan complementariamente respondiendo a unas necesidades y a un cambio sociológico al que en Asturias no podemos seguir siendo ciegos, ni desde la parte política ni desde la intelectual.

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Cada año, centenares de jóvenes asturianos se marchan fuera a estudiar en entidades privadas. La oferta de grados y másteres en estas universidades aumentaron un 50% en los últimos ocho años. El despliegue, dentro del sistema universitario español, ha sido vertiginoso. De las 91 instituciones que imparten docencia, 41 son privadas. Ninguna hasta ahora en Asturias. ¿Cómo se puede defender que nos mantengamos ajenos a esa realidad?

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